En la última pacomia del pasado 21 se mencionó de pasada el libro que da pie a este titular y que algunos sabíamos de su existencia.Creo que la formación jesuítica ha dejado en casi todos los que hemos pasado por las manos de la Compañía de Jesús un estilo de comportamiento ¿elitista?, basado en el conocimiento, en la disciplina, en la generosidad y en la acción. El libro del exjesuita Lowney describe los orígenes históricos (San Ignacio) y doctrinales ( Los ejercicios espirituales) de dicho comportamiento.
El desarrollo de la Compañía muestra en sus personajes más destacados, como Francisco de Borja, Francisco Javier, de Nobili,, Clavius, Mateo Ricci, de Goes, Laínez, etc. unos rasgos específicos que pueden haber conformado el estilo jesuítico basado en el liderazgo. El resto de los demás jesuitas, así como los que nos hemos formado temporalmente bajo su tutela, podemos haber manifestado también unos rasgos comunes, que dicho autor resume con la palabra "liderazgo”.
Precisamente, el perfil más atractivo que me atrajo al sentir la vocación jesuítica fue el papel destacado que desempeñaban muchos miembros de la Compañía en muchos órdenes de la vida intelectual, social, filantrópica, etc, utilizado luego propagandísticamente para deslumbrar y alimentar la ambición de poder en muchos jóvenes, como yo.
He creído entender que el fallo del liderazgo de los jesuitas, que el libro insinúa, es el abandono de los pobres en la perspectiva heroica en la que plantea la salvación de las almas, dirigida unilateralmente al sostén del poder constantiniano de la Iglesia oficial y jerárquica, favoreciendo y consolidando el protagonismo de los poderosos católicos al frente de la política y de la economía.
El ejemplo que menciona el libro es la educación escolar de los hijos de los nobles desde casi el primer momento de la fundación de la Compañía. Una excepción destacada fue la formación y defensa de las “fundaciones del Paraguay”, que, al estar fuera de proyecto papal de poder terrenal, fueron suprimidas y arrastraron a toda la Compañía a su supresión en el siglo XVIII.
En la Facultad Pontificia de Alcalá oí decir que los medios materiales y los avances científicos y tecnológicos eran neutrales y buenos en principio, sin intencionalidades perversas. Pero todos sabemos que el maquinismo industrial tenía por finalidad eliminar mano de obra artesanal en el capitalismo industrial del siglo XIX, que primaba la eficacia y el beneficio desmedido. También el derecho de usura medieval del capitalismo mercantil se asentó en el cambio moral de la Iglesia que despenalizó el pecado de codicia de los ricos y poderosos a cobrar intereses a los desposeídos y pobres.
Me parece que el poder temporal “sin complejos”, como medio imprescindible del establecimiento de la Iglesia, contradice a todo el Evangelio (Pepe Rodríguez, Mentiras fundamentales de la Iglesia católica,1997), pero se afianza definitivamente desde el Edicto de Milán por Constantino en el siglo IV, desarrollando una historia criminal del cristianismo ( K. Deschner, Historia criminal del cristianismo, 1986 y ss.; varios volúmenes ) muy oscura, que ha sido sistemáticamente silenciada por un abultado aparato de propaganda de artistas, teólogos e historiadores pagados muy generosamente.