En la última pacomia del pasado 15 de septiembre nos preguntábamos por qué nos hicimos jesuitas y por qué mi apodo en el blog es "sectario". Empiezo por la segunda pregunta: Leyendo el libro de Pepe Rodríguez, “Adicción a las sectas”, se indica que hay una predisposición sectaria en todo afiliado a una secta, sea ésta malévola o benévola. La Compañía me sirvió de refugio y de coartada para desarrollar mi sectarismo incipiente y viví con rigidez, maltrato y dogmatismo dicha afiliación. Me aclaró bastante el término “sectario” y por eso lo empleo como mi apodo o seudónimo, para defenderme de la tentación de volver a serlo.
Mi explicación para la primera pregunta es: En el contexto casi planetario de fraude intelectual y emocional masivo de la Humanidad en toda su historia, en la segunda mitad del siglo XX y más en España con la dictadura de Franco y con la complicidad descarada de la Iglesia católica y la derecha burguesa más ultra, fui maltratado desde mi infancia por la religión católica por su uso indiscriminado e intencionado del miedo y sufrí acoso en el confesionario por y para violentar mi intimidad.
Aprendí a maltratarme faltándome al respeto intelectual y a mi integridad moral, al perder el sentido de la realidad y violentar mi naturaleza psíquica en aras de una seguridad y de un confort seráfico. La ambición de poder de hacerme mayor y de alcanzar un status apreciable a cualquier precio estaba ya presente en mi mente. Como dijo Shakespeare, recogido en un artículo de Ángela Becerra en el periódico ADN de 16-9-09, “no hay más bien ni mal que el que el pensamiento construye”.
Mi intención involuntaria al entrar en la orden de los jesuitas era aprender a maltratar sutilmente a los demás sin dejar de maltratarme más decididamente yo mismo, claro. Otra razón más inconsciente obedecía a un desajuste familiar notable que soñaba mágicamente con resolver en la vida religiosa huyendo de mi casa.