jueves, 3 de junio de 2010

¡ Preparando el veranito con el yoga!



Siento no poder estar en la cena de primavera, pero el verano se acerca y me inspira esto:

El cielo se llena de aire travieso, que circula haciendo piruetas. Las nubes se mueven voluptuosas y corretean en desbandada. Los pájaros se deslizan como acróbatas en el circo.


Las flores impregnan el aire de aromas y fragancias sutiles, que aspiran agradecidos los pulmones disciplinados en clases semanales de yoga.

Las burbujas de oxígeno reaniman, pero también envejecen. El vaivén de los pulmones en un tic tac biológico de diez mil soplos diarios acuna, acompasa, columpia y dirige una marea gaseosa con pleamar y bajamar.

El yoga enseña a alimentarse de un aire sabio y asceta que siempre deja saciados de sosiego y de esperanza. Los brazos juegan con el aire como aspas de un molino. Las piernas se afirman al suelo, como juncos mecidos por la brisa. Sus cuerpos flotan como barcos en un mar de estrellas con pulmones como velas henchidas de la energía que el sol impulsa en abundancia.

El saludo al sol es como una maniobra marinera para emprender un viaje a través del aire y el silencio que les conduce a su propio yo. Los mantras son músicas que resuenan en el espacio como eco de las estrellas.



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