viernes, 4 de junio de 2010

Un homenaje a MIguel Hernández





Su trágica y temprana muerte me inspira las siguientes imágenes poéticas, que quieren revolotear por la pacomia del próximo día 15, a la que no puedo asistir:
La vida es una noria de feria sin freno y marcha atrás. La muerte es una funambulista, que hace falsos equilibrios, y una mimo dormida en la calle.
Mal educados para mirones miedicas, vivimos como rígidos muertos y
convivimos con muertos vivientes.

Morirse es mucho más natural: Es un ciclo cotidiano y familiar, como las bombillas se funden, y los coches se desguazan. Entonces la vida se detiene, se toma un merecido descanso: Así el oso polar inverna y el árbol queda sin savia.

Convivimos con nuestra muerte como una pareja inseparable, compañera fiel, amante, confidente y algo neurótica: Ella es el negativo de la foto, la espía doble del diplomático, la sombra de nuestra silueta, la infiltrada de las líneas enemigas, la hermana subnormal oculta, la amante ninguneada y la hija bastarda del clan.

Mi inseparable compañera es impredecible y caprichosa. Me exige esfuerzo e imaginación para superarme, saborear la vida y dar lecciones de valor y audacia.

Seguiré vivo en mis tres hijos, seré plena y feraz simiente y mi muerte, en los tres fecundada, como escribió Miguel Hernández.









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