miércoles, 8 de diciembre de 2010

PIROPO A MARÍA

¿Qué tal si para la fiesta de la Inmaculada le dedicamosa a María un piropo bíblico?

.
 
Un piropo a María 

Lucas de Antioquía, el Evangelista, no era judío. No estaba circuncidado. Era un hombre de profesión médico y de educación griega. Su evangelio es el más largo y el mejor redactado por su exquisita elaboración del griego como sólo una persona culta y sabia podría hacer en su época. Según la tradición, conoció a María en una visita que le hizo junto a Pablo. Es por eso que llega a expresar íntimos sentimientos de María. Impregnado de la cultura griega aplica términos muy significativos que Homero en la Odisea utiliza en diversos momentos como la gracia, χάρις , con la que Palas Atenea, la diosa de la sabiduría, reviste a Ulises, a su padre Laertes y a su esposa Penélope (“Hizo que pareciera más alta, más majestuosa, y la volvió más blanca que el marfil recién labrado” Odisea XVIII), haciéndolos de una belleza más radiante, superando incluso los dones de la Naturaleza.  

Llamaré piropo a la expresión que se permite el/la mensajero/a de la Fuerza de Dios, Gabriel, para anunciar a María que va a tener un hijo. Por la estructura del texto parece ser que la representación del mensajer@ debió de ser a través de una persona porque hay un diálogo entre María y esa persona. Ateniéndonos a los criterios de la religión, como los ángeles no tienen sexo no sabemos si su apariencia como ser humano fue de hombre o de mujer. Le pondré una @ al género para que elija el lector el sexo de los ángeles.   

Es muy significativa la reacción personal del sorprendid@ mensajer@ ante tanta belleza de María: “gratia plena”, llena eres de gracia, llena estás del favor divino. Hermosamente bella, guapa por excelencia. κεχαριτομνη dice Gabriel (según el evangelio en griego de Lucas), estás llena de gracia, donde χάρις  es atractivo, encanto, belleza, hermosura, pero en grado superlativo a como Penélope se vio agraciada, según el pasaje que nos cuenta Homero.   

María se debió de ruborizar y ponerse colorada. “Ella se conturbó por estas palabras...” nos dice textualmente el evangelista Lucas.  Y es que el diálogo también se puede reproducir así: “Hola María, (Gabriel se debió de quedar perplej@ ante tanta belleza) ¡pero qué hermosa eres! Alégrate y  no te conturbes porque el Señor está contigo...”

Reconozco que busqué un rostro que me sugiriera el de María entre grupos de muchachas de 14 y 15 años cuando caminaba por las calles de Nazareth, Caná y Cafarnaún, aunque tenía que comprender que la población de allí no era de habitantes judíos que se había concentrado en Illit, otro poblado. No, no vi el rostro perseguido y tendré que resignarme a guardar las imágenes de María que nos ha legado el arte, porque cuando más adelante en Jerusalén me crucé con grupos de israelíes, me daba reparo fijarme en los rostros de las muchachas, dadas las costumbres tan intransigentes y restrictivas de que gozaba la comunidad judía.  

En fin, que me he tenido que conformar con la iconografía que el arte nos ha legado sobre la imagen de María. Entre multitud de pinturas, ha habido una que me ha gustado de forma singular. Cuando con el tiempo tuve la oportunidad de volver más tranquilamente a Florencia, me permití extasiarme con el cuadro de la Virgen con el Niño y dos ángeles en la Galería de los Uficci. No me cansaba de mirar la belleza y dulzura de la expresión de María, cuya modelo para ser pintada, había sido una novicia.  

No es de extrañar que el fraile carmelita Filippo Lippi, después de pintar el cuadro (hacia 1445), que le encargara Cosme de Médici, raptara a la novicia con quien tuvo un hijo, el también famoso pintor Filippino Lippi.  

Si ya los pretendientes deseaban a Penélope cuando fue revestida de la gracia, la χάρις, por la diosa Atenea, no es de extrañar que Filippo Lippi teniendo que contemplar la hermosa novicia que le sirvió de modelo mientras pintaba el rostro con que quería representar a María, acabara seducido por su belleza. Algo tuvo que captar de María, la κεχαριτομνη, la llena de gracia. 

Después de estas reflexiones sobre cómo pudo ser la belleza de María, que se desprende por los textos, por las tradiciones, por la iconografía, vengo a recordar la vivencia que tuve una madrugada de viernes santo, no sé si por la calle Cuna, Laraña o por los Alcázares de Sevilla. La hermosa imagen de la Esperanza Macarena sevillana, algo ruborizada por los reflejos luminosos de las encendidas velas que suavemente le acompasaban su caminar, era objeto del requiebro de la enfervorecida gente que gritaba: guapa, guapa, guapa. Igual que Gabriel. Aunque yo los miraba con cierta perplejidad, estaba sobrecogido por algo tan espontáneo, tan radical. ¿El espíritu del pueblo que se expresa así tan llanamente?

Páginas de mis recuerdos. Paco Luna

 

1 comentario:

  1. a mi esta cuestión me viene muy lejana, lo siento; no me dice nada ni aun que sea de forma humorística

    ResponderEliminar

Gracias por opinar.