miércoles, 18 de agosto de 2021

No soporto mi propio silencio

Me pongo a escribir lo que salga sin más pretensión. Porque hay ruidos que queman y silencios que le hielan a uno. George Bush atacó Afganistán por ser nido de terroristas y como represalia por los atentados de NY y Pensilvania. Aquellos pilotos no salieron de Kabul ni su entorno, eran saudíes. Pero con Riad había un buen manojo de intereses económicos y estratégicos. Después arrastró a sus aliados de la OTAN y la UE. Difícil negarse a quien nos salvó del Hitler nefando y sus secuaces. Escucho decir que nada se nos había perdido en aquellas 'montañas lejanas'. Cierto, salvo nuestras gratas alianzas: do ut des. Olvidamos que para recibir 'maduras' hay que estar a las 'duras'. España acaba de recibir 9 mil de los 140 mil millones de los Fondos de Recuperación Europeos asignados. Qué ricas son las maduras y que amargas las duras. Ciento dos muertos, 4 mil millones de euros y 1.700 toneladas de armamento. Oigo también decir que todo para nada, para volver a la casilla de salida. Lo dudo. O es que el dicho 'educa que algo queda' es falso. No lo creo. Veremos. Mujeres afganas, niños y adolescentes. Se me hace añicos el corazón que, no lo olvides, es la causa primera y última de estos párrafos. Aquí lo dejo con este  modesto interrogante, ¿es que no hay talibanas? Mujeres tan fanáticas como los barbudos, deseosas de imponer esa sharía que hará feliz a la población entera. Entre nosotros las hay bien conocidas por todos. No yihadistas, no: nacionales, católicas de peineta, ultras que habitan a los pies de  montañas muy cercanas que y no dudarían en empuñar un fusil.

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