A la vuelta del veraneo de agosto pasado, me reencontré con el mendigo que, desde hace muchos años, está en la esquina de la calle Apolonio Morales con Paseo de la Habana. Ya no estaba sentado en el poyete del jardín de las viviendas de sendas esquinas - en la que hace sol en invierno y en la hace sombra en verano, a la hora en la que paso yo-. Estaba sentado en un sillón confidente de despacho, con estructura de madera de lujo y asiento y respaldo de piel negra.
Los dos últimos bajos antes de llegar al Paseo de La Habana están ocupados por un bufete de abogados y por un estudio de arquitectura.
Concluí, en septiembre, que tenía delante de mi la prueba del planteamiento económico de los neocons. Rebajando los impuestos a los ricos, y aumentado sus beneficios, necesariamente se desparramará, dejando el libre comercio/mercado, parte de esos beneficios entre las clases más desfavorecidos de la sociedad. Tenía la prueba evidente.
Pero la vida sigue, y la bolsa baja, los beneficios disminuyen, el PIB se tambalea, y asoma en el horizonte otra crisis. Este amanecer de la crisis ha repercutido, posiblemente en los dos despacho de la calle Apolonio Morales, o solo les ha entrado miedo. No sé. Lo que sí he comprobado hace un rato, esta misma mañana, es que el mendigo referido ya no dispone del sillón confidente. Esta mañana estaba en la esquina con sol, sí, pero sentado en una silla recta de plástico gris. Es la comprobación real de la economía neocons. Ascendió al sillón confidente con el incremento de los beneficios de los ricos, y ha caído a la silla de plástico cuando los beneficios de los ricos se ha visto amenazados.
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