Blog de quienes, jubilados, tienen el júbilo suficiente para charlar sobre lo que les viene en gana.
jueves, 30 de julio de 2020
martes, 28 de julio de 2020
jueves, 23 de julio de 2020
POR UNA ÉTICA A-MORAL
SENTIRSE ALGO
miércoles, 22 de julio de 2020
martes, 21 de julio de 2020
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sábado, 18 de julio de 2020
REPENSANDO EL REPENSAR DE LO INFINITAMENTE PEQUEÑO: LO ELEMENTAL
viernes, 17 de julio de 2020
N -3. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.
Ayer, jueves 16 de julio de 2020, cuatrocientas
personas representaron a millones de españoles en un acto civil (excepto
manifestaciones, es el primer acto civil organizado por el Estado), sin obispos
y sus capisayos, y sin hisopos e incensarios, para recordar y decir adiós a
todas y todos los muertos por la COVID 19, y para agradecer a miles, muchos
miles, de españoles su trabajo regular durante el confinamiento y después del
mismo para que la nación siguiera en marcha.
Salvo la intervención de Felipe VI, las dos efectuadas
por dos personas de la sociedad civil tuvieron un tono elegíaco, perfectamente
adaptado al acto en el que hablaron. El renacer de la civilidad, que atrajo
también a todas las confesiones religiosas, pero colocadas en su escalón
social, dejó en la papelera cualquier referencia a un estadio posterior al
fallecimiento que edulcora el luto, igualó a los civiles y a los políticos en
el protocolo, los círculos concéntricos -sin estrados especiales- igualó a
todos los presentes, y por ello a todos los ciudadanos.
Tertuliano dejó escrito que el cielo -esa opción
posterior al fallecimiento que aparece en todos los actos de difuntos
cristianos- era el reino de Dios, por supuesto, y disponía para gozo de los
bienaventurados de una terraza a la que asomarse para ver, en el fondo, el
sufrimiento de los condenados al infierno. Se cuente como se cuente la realidad
del reino de Dios tras el Juicio Final, y del que ya disfrutan los
bienaventurados tras su muerte, nunca podrá reducir a un valle de lágrimas la
vida de hombres y mujeres. Nuestra realidad es, sobre todo, una vida llena de
ilusión y de ganas de vivir hasta el último segundo.
El silencio del acto de ayer, solo roto por la música
y por la palabra -elegías, solo dos, unos, pocos, versos, y un parlamento de
circunstancias del rey de España-, guardará siempre en la memoria la muerte
indiscriminada de más de veintiocho mil compatriotas, y reivindicará que no ha
habido héroes, sino personas; ambos desde mediados de febrero de 2020, un mes
antes del decreto de alarma, aunque no entren en las estadísticas.
Entran en las estadísticas sí, en este caso casi
a pie forzado, los desencuentros de
parte, minoritaria por cierto, de la población española, tengan o no permiso de
residencia, unos por ausencia no excusada de conciencia social y otros por
injusticia de la vida, que incrementan
diariamente el número de contagiados por coronavirus, poniendo en
peligro inminente los márgenes de libertad de movimientos que podemos disfrutar
y, sobre todo, la vida de centenares de compatriotas, que siguen incrementando
el total de fallecidos.
El llanto por los fallecidos y el respeto -o miedo- a
la pandemia vigente, serán hueros si quedan enterrados en el Patio de Armas del
Palacio Real de Madrid.
Eduardo Ferrer Grima.
Madrid.
17.07.2020
Siendo las14:43.