El primer poema “La chicharra de siempre” fue escrito y leído por José mes y medio antes de su fallecimiento. Es como un presagio que los dos compartimos antes de su muerte.
LA CHIRRARA DE SIEMPRE
A sugerencia de José E.
“Nada vive para
siempre,
ni siquiera tus
problemas”,
me decías, abrumado por
los temores presentes.
En la vida, la presencia sombría
de la muerte, origen podría ser
de esa falsa angustia existencial
destructora del humano gozo.
¡Ah! Si no existiera el tiempo,
no existiría nada de cuanto es,
todo cuanto vive, en el tiempo
desarrolla su proceso de vida.
Escuchaba cantar a la chicharra,
desagradable chirrido, deleitoso
encanto para las hembras, origen
seguro de su descendencia.
Pensaba en sus ninfas, en sus largos años
viviendo bajo tierra esperando su
regreso a la superficie para completar
el ciclo de la vida de su especie.
Cien millones de años tienen
los fósiles de chicharras iguales
a las actuales, tal cantidad de tiempo
bien pudiera ser una eternidad.
Mas, el hombre ansía su eternidad propia,
sin entender que la conquista del tiempo
implica el señorío de su vida plena
en un tiempo que es de todos.
La vida nos vive cuando en ella
nos afincamos en un abrazo dichoso
con todo ser existente en el ilimitado
tiempo de su vital desarrollo.
En la corteza del árbol, estaban
abandonados los viejos trajes
usados por las chicharraras
en sus viajes por el tiempo.
Logré olvidarme del tiempo, era
mi propia vida, no existían sombras,
chicharras, las de siempre, en la energía
de ser, el universo su vida sigue.
Santiago
Rupérez - Taipéi, 22-10-2020.
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