Por Firouz Folani
Instituto de Estudios del Cercano-Occidente
Teherán, 24 de febrero de 2011.- Mientras una ola de "poder popular" derribó este mes a dictadores, los ciudadanos de las democracias prósperas del mundo sentían alegría y simpatía. Más que aquí, en Irán. Pero con la caída de la dictadura en Washington, es tiempo para nosotros, una superpotencia del mundo restante, dejar el sentimiento de lado. Tenemos que plantear las cuestiones difíciles: ¿cómo podemos estar seguros de que el próximo régimen estadounidense no será aún peor? ¿Cómo podemos estar seguros, por ello, de que los estadounidenses están listos para la democracia?
Oficialmente, por supuesto, Irán, Túnez, Egipto, Camerún, Nigeria, Turquía y otras democracias ricas apoyan la libertad de expresión, libertad personal, el estado de derecho y elecciones justas para todos los países de la tierra. Pero tenemos que equilibrar nuestros ideales democráticos sopesando de forma realista nuestros intereses (y los del mundo) respecto a los de la América del Norte, tan rica en recursos naturales.
¿Por qué tengo mis dudas? Porque los estadounidenses carecen de nuestras tradiciones judeomusulmanas de hermandad, de reunión pacífica y de debate. Lejos de pensar en el bien de su sociedad, la mayoría de los estadounidenses abrazan un espíritu tribal de "qué sacamos mi clan y yo de esto?". Sus lealtades tienden a dividirse a lo largo de líneas tribales y regionales. En los últimos años, por ejemplo, (a) políticos electos han discutido la idea de separar su estado de la Unión Federal (Texas), (b) crear su propia moneda (Carolina del Sur) y, (c) aplicar sólo aquellas leyes nacionales con las que los gobernantes locales estén de acuerdo (Montana).
En este clima, muchos, si no la mayoría de los habitantes del país se identifican primero con la tribu o la religión (tal como "Italo-americano", "Negros", "Baptista" o “Red de mi estado"). Miembros de estas “tribus” se reúnen a menudo durante todo el año para celebrarse a sí mismos, y están demasiado dispuestos a escupir sobre las culturas de otros. Cuando se llama a elecciones nacionales, entre un tercio y la mitad de los electores ni siqiuera se molestan en ir a votar.
Con su débil sentido de la nación, los estadounidenses recurren a un individualismo tan extremo que sus leyes sostienen que incluso las corporaciones de negocio son personas, con los mismos derechos de libertad de expresión que un ser humano de carne y hueso. Por desgracia, la mitad de los hogares de estos miembros de la tribu se abastecen de armas de fuego. Y los estadounidenses han llegado a portar armas en los mítines políticos aparentemente pacíficos. De hecho, los asesinatos políticos ha sido un problema recurrente en los Estados Unidos durante más de un siglo.
Usted podría verse tentado aquí a decir que toda democracia es desordenada, y que los estadounidenses deberían arreglárselas como mejor puedan, aprendiendo sus lecciones sin nuestra interferencia. Lamentablemente, América del Norte es una fuente vital de uranio, soja, comedias de situación, oradores inspirados y demás recursos sin los cuales se hundiría la economía mundial. El país posee además un gran caché de armas de destrucción masiva. Por estas razones, ni nosotros ni otras naciones amantes de la paz del mundo podemos sentirnos al margen. Si los estadounidenses son incapaces de elegir un gobierno sano y responsable, todo el mundo sufrirá las consecuencias. El corazón del problema es, por supuesto, la religión.
No estoy de acuerdo con algunos de mis amigos conservadores que afirman que el cristianismo es una fe inherentemente violenta (todos sabemos la letanía: tiene un instrumento de tortura como símbolo, las cruzadas, la Inquisición, etc.). Sí, si usted lee su libro sagrado encontrará un montón de cosas alarmantes, pero me satisface que la gran mayoría de los cristianos lea estos pasajes metafóricamente. Para la mayoría, su religión es casi tan pacífica y civilizada como la nuestra propia.
Dicho lo cual, en los Estados Unidos hay muchos fanáticos que no comparten esta opinión. Hay demasiado fanático deseoso de convertir el proceso democrático a sus propios fines nefastos. Muchos afirmarían que han renunciado a las pistolas a favor de las urnas pero, nos podemos fiar?. Considere una Sarah Palin, un poderoso imán de una salvaje región norteña donde el apoyo al Gobierno central es débil. El año pasado, sus carteles electorales contenían imágenes de opositores como dianas, y ha dicho que el Estado laico debe basar sus leyes en una versión cristiana de la Sharia. Obviamente, Irán, Nigeria y el resto de los países del G7 no podrían tolerar a esa persona a cargo del arsenal nuclear de Estados Unidos.
Algunos dicen que no hay que preocuparse porque los norteamericanos, ahora que son libres, votarán a un Gobierno de moderados que avanzará hacia una sociedad secular saludable. Los extremistas, dicen, tienen poco apoyo y no pueden ganar. Pero no estoy tan seguro.
Fuera de las grandes ciudades -donde los extranjeros son bienvenidos-, una mayoría de los estadounidenses no "creen" en la evolución, y muchos no se cortan nada en expresar su desconfianza hacia cualquier religión que no sea la suya propia. Los verdaderos fanáticos religiosos no son mayoría, ni incluso aquí. Pero están bien organizados y decididos. Y a menudo, también ellos llevan a cabo servicios sociales. Traducción de Amador Hernández.
Instituto de Estudios del Cercano-Occidente
Teherán, 24 de febrero de 2011.- Mientras una ola de "poder popular" derribó este mes a dictadores, los ciudadanos de las democracias prósperas del mundo sentían alegría y simpatía. Más que aquí, en Irán. Pero con la caída de la dictadura en Washington, es tiempo para nosotros, una superpotencia del mundo restante, dejar el sentimiento de lado. Tenemos que plantear las cuestiones difíciles: ¿cómo podemos estar seguros de que el próximo régimen estadounidense no será aún peor? ¿Cómo podemos estar seguros, por ello, de que los estadounidenses están listos para la democracia?
Oficialmente, por supuesto, Irán, Túnez, Egipto, Camerún, Nigeria, Turquía y otras democracias ricas apoyan la libertad de expresión, libertad personal, el estado de derecho y elecciones justas para todos los países de la tierra. Pero tenemos que equilibrar nuestros ideales democráticos sopesando de forma realista nuestros intereses (y los del mundo) respecto a los de la América del Norte, tan rica en recursos naturales.
¿Por qué tengo mis dudas? Porque los estadounidenses carecen de nuestras tradiciones judeomusulmanas de hermandad, de reunión pacífica y de debate. Lejos de pensar en el bien de su sociedad, la mayoría de los estadounidenses abrazan un espíritu tribal de "qué sacamos mi clan y yo de esto?". Sus lealtades tienden a dividirse a lo largo de líneas tribales y regionales. En los últimos años, por ejemplo, (a) políticos electos han discutido la idea de separar su estado de la Unión Federal (Texas), (b) crear su propia moneda (Carolina del Sur) y, (c) aplicar sólo aquellas leyes nacionales con las que los gobernantes locales estén de acuerdo (Montana).
En este clima, muchos, si no la mayoría de los habitantes del país se identifican primero con la tribu o la religión (tal como "Italo-americano", "Negros", "Baptista" o “Red de mi estado"). Miembros de estas “tribus” se reúnen a menudo durante todo el año para celebrarse a sí mismos, y están demasiado dispuestos a escupir sobre las culturas de otros. Cuando se llama a elecciones nacionales, entre un tercio y la mitad de los electores ni siqiuera se molestan en ir a votar.
Con su débil sentido de la nación, los estadounidenses recurren a un individualismo tan extremo que sus leyes sostienen que incluso las corporaciones de negocio son personas, con los mismos derechos de libertad de expresión que un ser humano de carne y hueso. Por desgracia, la mitad de los hogares de estos miembros de la tribu se abastecen de armas de fuego. Y los estadounidenses han llegado a portar armas en los mítines políticos aparentemente pacíficos. De hecho, los asesinatos políticos ha sido un problema recurrente en los Estados Unidos durante más de un siglo.
Usted podría verse tentado aquí a decir que toda democracia es desordenada, y que los estadounidenses deberían arreglárselas como mejor puedan, aprendiendo sus lecciones sin nuestra interferencia. Lamentablemente, América del Norte es una fuente vital de uranio, soja, comedias de situación, oradores inspirados y demás recursos sin los cuales se hundiría la economía mundial. El país posee además un gran caché de armas de destrucción masiva. Por estas razones, ni nosotros ni otras naciones amantes de la paz del mundo podemos sentirnos al margen. Si los estadounidenses son incapaces de elegir un gobierno sano y responsable, todo el mundo sufrirá las consecuencias. El corazón del problema es, por supuesto, la religión.
No estoy de acuerdo con algunos de mis amigos conservadores que afirman que el cristianismo es una fe inherentemente violenta (todos sabemos la letanía: tiene un instrumento de tortura como símbolo, las cruzadas, la Inquisición, etc.). Sí, si usted lee su libro sagrado encontrará un montón de cosas alarmantes, pero me satisface que la gran mayoría de los cristianos lea estos pasajes metafóricamente. Para la mayoría, su religión es casi tan pacífica y civilizada como la nuestra propia.
Dicho lo cual, en los Estados Unidos hay muchos fanáticos que no comparten esta opinión. Hay demasiado fanático deseoso de convertir el proceso democrático a sus propios fines nefastos. Muchos afirmarían que han renunciado a las pistolas a favor de las urnas pero, nos podemos fiar?. Considere una Sarah Palin, un poderoso imán de una salvaje región norteña donde el apoyo al Gobierno central es débil. El año pasado, sus carteles electorales contenían imágenes de opositores como dianas, y ha dicho que el Estado laico debe basar sus leyes en una versión cristiana de la Sharia. Obviamente, Irán, Nigeria y el resto de los países del G7 no podrían tolerar a esa persona a cargo del arsenal nuclear de Estados Unidos.
Algunos dicen que no hay que preocuparse porque los norteamericanos, ahora que son libres, votarán a un Gobierno de moderados que avanzará hacia una sociedad secular saludable. Los extremistas, dicen, tienen poco apoyo y no pueden ganar. Pero no estoy tan seguro.
Fuera de las grandes ciudades -donde los extranjeros son bienvenidos-, una mayoría de los estadounidenses no "creen" en la evolución, y muchos no se cortan nada en expresar su desconfianza hacia cualquier religión que no sea la suya propia. Los verdaderos fanáticos religiosos no son mayoría, ni incluso aquí. Pero están bien organizados y decididos. Y a menudo, también ellos llevan a cabo servicios sociales. Traducción de Amador Hernández.
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