viernes, 15 de abril de 2011

Oye, tú, ¡aguanta la pedrá! O sea …


Bajo el titular EL ORDEN Y LA MEDIDA, nuestro amigo Mariano escribía el 7 de abril: “intentar cambiar un orden en el que unos cuantos acaparan y deciden el orden sin medida que les interesa. Amador, tú que entiendes de esto. ¿Cuándo los economistas nos van a hablar de economía sostenible y no de "crecimiento"? El crecimiento sin medida crea monstruos”.

Tres días después, el 10 de abril, bajo el epígrafe UN TEMA INTERESANTE, terminaba su encendida y justa protesta contra los desmanes bancarios con esta queja-comentario: “Necesito a alguien que me libere de estas tribulaciones que sumergen mi espíritu en el proceloso mundo de la inseguridad de la vida en los últimos años que me quedan”.

Por alusiones, por mitigar en lo posible esas tribulaciones de los últimos años de un buen amigo y como ya adelanté en este foro, continuaré la charla anterior. Con suerte, con bastante suerte, quizá Mariano llegue en su lectura hasta el final de este escrito. A los otros, a los sensatos os digo: ¿no tenéis nada mejor que hacer?, estáis a tiempo, a la distancia de un clic de ahorraros el tedio que os espera. El que avisa no es traidor: escribiré hasta caer exhausto, siempre procuro en mis comentarios ser breve. Hoy … ancha es Castilla al paso de mis teclas.

Pero absit a me, oh querido Mariano y amigos, investirme de ningún conocimiento especial, y mucho menos profético, aparte de los recolectados a duras penas durante la carrera de económicas. Y ya ha llovido, eh. De ahí el título –desenfadado si no chulesco- con que encabezo estos comentarios, para intentar apartarme desde el inicio de cualquier pretencioso academicismo.

To begin with -que dirían los colegas del Financial Times-, comienzo esta reflexión con un comentario escuchado en la cátedra de Estructura Económica a José Luis Sampedro, humanista y escritor a quien todos conocéis: “La Tierra no recibe del Sol tanta cantidad de energía como para que todos sus habitantes vivan igual que los ingleses de los años sesenta. Para que nosotros podamos vivir como vivimos, los del sur tienen que vivir como viven”. No perdamos de vista ciertas brújulas para no desnortamos.

Si se encarcela –ojalá-, a los banqueros europeos y norteamericanos sería ejemplarizante, pero el dinero se iría a Beijin, o a Río, o a Nueva Delhi porque el dinero y las telecomunicaciones han hecho estallar las fronteras de los países soberanos. La regulación de la economía financiera o es global o no es regulación. Hurra por los islandeses que han votado ‘no’ en su referéndum acerca de pagar el rescate por la melopea de tres de sus pequeños banquitos, que llegaron a pescar ellos solos –y a mano- el equivalente a 1/3 de todo el PIB de Islandia entre los avariciosos holandeses e ingleses seducidos por el vistoso cebo de altos intereses. Han votado no a la socialización de pérdidas y se lo harán pagar caro, pero eligen democracia a cambio de prosperidad. Islandia tiene el mismo número de habitantes que La Rioja, y un garbancito no hace cocido: los pasajeros de uno de los doscientos y pico vagones del tren de países gritaron ‘rebelión’!. No en la locomotora, desde luego -que todavía es EE.UU.-, aunque por algo se empieza.

Refundemos el capitalismo, proclamó Sarkozy. Hay que abrir un paréntesis en el capitalismo, afirmó impasible el Sr. Díaz Ferrán, cuando aún era presidente de la CEOE. El G-20 se reunió y decidió volver a reunirse. No podemos dejar caer a los bancos porque en ellos también depositan sus ahorros la clase media trabajadora (Sr. Rodríguez Zapatero, Congreso de los Diputados, abril de 2011).

¿Qué está pasando? Que vivimos en un sistema capitalista en el que, por definición y por historia manda el capital. No perdamos de vista ciertas brújulas para no desnortamos. Hubo otro sistema, el comunista, del que quedan dos vestigios: Corea del Norte y Cuba. Dudo sean paradigmáticos más que para algunos pocos y residuales.


Este sistema capitalista universal tiene matices importantes en algún grupo de países democráticos –en los que prima sin duda el estado de derecho-, como por ejemplo la Unión Europea. Se trata del welfare state, el estado de bienestar: protección y ayuda para todos los ciudadanos con independencia de su status social. Cobertura sanitaria, educacional, situación de paro, pensiones y atención a la dependencia. Todos sabemos de las luchas y conquistas obreras del siglo XIX. Pero a los que hemos nacido y crecido en esos países nos resulta muy difícil valorarlo en profundidad pues tendemos a compararnos con nosotros mismos, no con el África subsahariana: envidiamos las prestaciones sociales de los escandinavos (pero si nos hablan de su alto nivel de impuestos, nos tapamos los oídos).

En 1987 se acuña el término Desarrollo Sostenible en una Comisión de la ONU con objeto de “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Y el 6 de marzo de 2011, se aprueba en España la Ley de Economía Sostenible (recuperación económica, creación de empleo y renovación del patrón productivo). Su origen se encuentra en el G-20, cuando 20 países decidieron coordinar una respuesta de política económica que permitiera evitar la quiebra del sistema financiero y amortiguar el efecto de la crisis sobre la actividad y el empleo.

La ‘sostenibilidad’ cambió de novio en esos 24 años transcurridos. La ONU decía ‘desarrollo sostenible’. El G-20, y España al rebufo, hablan de ‘economía sostenible’. Es importante el matiz pues el concepto de ‘desarrollo’ se refiere a cambio de estructuras (igualdad de oportunidades, mejoras del reparto social, acceso a la educación, justicia distributiva, fiscal y medioambiental, etc.), y el de ‘economía’, sin embargo, enlaza más con el crecimiento, es decir, incremento de las actividades productivas de bienes y servicios. O sea, de lo mismo, más y más para quienes lo puedan adquirir. En honor a la justicia hay que decir también que todos nos beneficiamos si se genera más empleo en nuevos sectores y se van sustituyendo las energías contaminantes por limpias.

En el vaivén de la historia, creo yo, actualmente tiende a prevalecer el modelo de economía liberal sobre la economía social. Es lo que toca, lo que estamos votando. El primero dice –simplificando demasiado quizá- que es preferible dejar en manos de los ricos cuanto más dinero mejor: invertirán y con ello generarán puestos de trabajo: tutti contenti. ¿Todos? se pregunta la, llamémosla, socialdemocracia para entendernos. No, se contesta a sí misma: o actuamos sobre los mercados para corregir los desequilibrios sociales o la partida la ganan los más poderosos, los que desde sus posibilidades dinerarias y culturales heredadas se hallan más preparados para esa –admitámoslo con valentía- desigual contienda.

A mi modesto entender, ahí se libra hoy una batalla fundamental, en la acotación de las lindes entre lo público y lo privado. En el siglo pasado hablábamos de derecha e izquierda. La crisis actual obliga a hacer reformas no muy sociales a gobiernos de centroizquierda. Por eso la gente los va a desalojar del poder probablemente porque recortan lo que teníamos por privilegios si no derechos duramente adquiridos, mientras vemos cómo ayudan a los banqueros. Pues que aguanten la pedrá, dirán muchos. Que no ‘ajusten’. Lo tienen bien merecido.

Eso es una pescadilla que se muerde la cola, ya que los estados han de salir al mercado de capitales a pedir préstamos para desarrollar sus políticas de inversión y gasto social (si suben impuestos para no acudir a comprar dinero fuera, las protestas se oyen en Madagascar y sobre todo, los votos se van a la cesta del adversario político). Entonces el mercado de capitales –también los españoles, claro- les dicta al oído algo así como “o recortas déficit o te subo los intereses que te vas a enterar de lo que vale un peine porque tenemos miedo de que puedas quebrar y no nos devuelvas nuestro dinerito. Vuestra producción está por los suelos. Los sótanos de vuestros bancos a estallar con terrenos inútiles, ladrillos apestosos y préstamos fallidos. Vuestro consumo estancado, el paro por las nubes y si la gente no curra, tú no ingresas. Si no ingresas, cómo rayos vas a devolver”. La pescadilla …

Pregunta: ¿alguien sabe de buena tinta lo que oyeron el Sr. Zapatero y la Sra. Salgado en Bruselas el fin de semana del 8-9 de mayo del año pasado? Yo no lo he oído pero estoy viendo sus rostros demudados en el avión de vuelta a casa. Les dijeron lo que nos valdría un peine. Día 12 de mayo de 2010, solo tres días después, en el Congreso de los Diputados escuchamos lo que nunca hubiéramos querido escuchar, que “llegó el comandante y mandó a parar”. Se pinchó la burbuja inmobiliaria, la cultura del pelotazo de los ochenta, el “España va bien”, el AVE hasta el portal de mi casa, el sorpasso a Italia, el bombón de los 400 €, el cheque-bebé de 2.500, etc.

Es lo que tiene vivir en un club de democracias imperfectas con economía de mercado socialmente regulado. Los porteros de este club recogen con dolor cada mañana los cadáveres de los que fracasaron en su intento por colarse. No perdamos de vista ciertas brújulas para no desnortamos.

Estamos donde nosotros queremos estar y como queremos estar. La culpa de los severos ajustes españoles a la crisis nacida en EE.UU. no la tiene la Sra. Merkel que es solo una mandada de sus votantes alemanes a los que no pierde ojo. La eligieron para eso, para dar caña a los ‘vagos tramposos’ de los griegos, cuyos préstamos para vivir como viven –tomando el sol según ellos lo perciben- atiborran los bancos alemanes. Para decir hasta aquí habéis llegado a los muy católicos irlandeses que empezaron a adorar en exceso al dios Mammón. Y a los queridos y calladitos portugueses, que tan simpáticos nos caen, se les dice que no basta con parecer alumnos aplicados de la clase, además hay que serlo y no usar chuletas en los exámenes.

Creo que nuestra clase política no es mala pese a que a muchos no nos gusta. Es la que elegimos libremente y queremos que nos gobierne exactamente tal y como lo hace. El perfil del europeo es el de una persona muy informada, que ha elegido su propia seguridad y comodidad muy por encima de cualquier otra consideración e inquietud solidaria. Ocurre que no acabamos de gustarnos cuando nos miramos en el espejo y algunas voces nos afean nuestra figura. Hay esperanza, pues, de que algún día empecemos a cambiar el orden de nuestra cesta de valores. Me resulta increíble que los norteamericanos nos vengan a arreglar los problemas de los Balcanes y de Libia, y que encima nos sintamos con derecho a criticar el american way of life que nos morimos por imitar olvidando de forma miserable a nuestras excolonias de África, cuyas materias primas (sin el coltan congoleño, adiós a los móviles) seguimos esquilmando. Haré un cuentecillo sin ánimo demagógico. De verdad. Te imaginas la bofetada que te llevarías de una chica ‘bellezón’ en una tienda Movistar u Orange si le dijeras algo así como “cielo, si te acuestas conmigo durante una semana te doy una lata de sardinas”. En los Congos –son dos- la infinita mayoría de las jóvenes se sentirían muy afortunadas, y lo digo porque lo he vivido (no experimentado, eh, no te pases! Ja ja ja ). A qué nivel de economía ‘sostenible’ –que ni mejore ni empeore- deberíamos aspirar, al de la República Centroafricana o al de Canadá.

Volviendo, para ir terminando, a lo de las lindes entre lo público y lo privado, yo firmaría por la fortaleza de ambos sectores pero sin que uno crezca a costa del otro. El neoliberalismo de Bush hijo desató esta crisis asoladora con ciertas leyes desreguladoras del sistema financiero (bonos-basura), obligando a que la función de inspección pública sacara sus manitas de las palancas de control. Qué paradoja, cuando me va bien papá-estado fuera; cuando me va mal que papá-estado me saque del atolladero.


Quiero una función pública profesional y formada a tope. Cuajada de muy abundantes especialistas en sanidad, educación, fuerzas policiales y militares (cómo me duele que a nuestros F-18 no les permitan atizar pepinazos en Libia). Impuestos justos pero cuantiosos. Guerra sin cuartel a la injusticia de la economía sumergida. Potentes medios de comunicación estatales al estilo de RTVE, pionera mundial en servicios informativos, y modelo y paradigma en la actualidad para casi todos los países del mundo. Codeándose de tú a tú con la BBC. Todo lo anterior cuesta mucho dinero: lo pagaré con alegría y sumo gusto.

Y finalmente unas palabras para el sistema electoral. En el siglo XXI resulta chusco que solo pueda hablar una vez cada cuatro años. Y no con mis propias palabras sino con un papel que me dan ya escrito –si añado yo una coma o una raya … nulo-, y encima en ese papel no pone nada. Bueno, sí, una lista de nombres y apellidos. Así, con esas mimbres, cómo vamos a cambiar de cesto. Así, la opinión pública la trasiegan a diario unos pocos periódicos, radios y cadenas de TV. Estas, cada vez más neofascistas. Y qué hay de lo mío, pues de lo mío no hay nada. Bueno, sí, no seamos pesimistas, por favor, hay algo: Internet-móviles se ha convertido no en el arma de los cambios en el mundo español (11 M) y árabe, pero sí en una de las armas principales con las que las juventudes españolas, egipcias, tunecinas, marroquíes, libias, etc., van cambiando el mundo y su mentalidad. Sin cambio de mentalidad el mundo no va a cambiar. Creo.

Espera y verás.

Tú aún no has visto nada.

2 comentarios:

  1. Amador: Había visto hacía poco "Inside job" en versión original con subtítulos y necesitaba aclarar algunos términos, como la desregulación financiera, que inició Ronald Reagan en los años 80. Allí dice el director y guionista Charles Ferguson que Wall Streat se ha infiltrado en el gobierno tanto demócrata como republicado de la nación. También me ha parecido entender que la mayoría de los catedráticos de economía del país se han vendido al neoliberalismo. Después leí tu magnífico, ameno y clarificador artículo y entiendo un poco más el asunto. Parece ser que la deuda externa española, especialmente derivada del petróleo, es tan abultada que nos exige endeudarnos más y más. ¿Hasta cuándo? Busco una ideología política que me ayude a entender lo que pasa y a actuar en consecuencia. Creía haberla encontrado en las candidaturas del PSOE, pero ahora tengo mis dudas. Un abrazo cordial.

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  2. Cuánto me alegra, José María, que mis comentarios te hayan resultado clarificadores como dices. Y añades 'busco una ideología política que me ayude a entender'. Yo pienso que aquella que llamamos conservadora, liberal o de derechas o no ha cambiado desde que se generaron las burguesías o lo ha hecho lo justo para irse adaptando a las exigencias obreras del XIX y casi todo el XX. La ideología progresista, de izquierdas o socialista se encuentra hoy patas arriba. Porque pienso -resumiendo hasta el infinito- que ahora a nadie le gusta ni llamarse ni que le llamen obrero: tanto ha cambiado el mundo!

    Intentaré seguir escribiendo.

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