Fuimos seis, y hablamos como, por lo menos, el triple. Hicimos esfuerzos, pero no llegamos ni a veinte, sin la G, pero lo intentamos. Como en toda pacomia que se precie, dos partes. Una primera, temporalmente, de tanteo; si se ha quedado para más adelante la visita a El Escorial, que ya ha sobrepasado sus plazos; propuestas de reforma, sin cachondeos, de la dos cenas anuales alrededor de una mesa excesivamente ancha, que dificulta la comunicación; y otros similares; capotazos, al fin, que no encuentran cuernos, a pesar de que en algún lance parece que se dejan caer otros asuntos; nada, puro trasteo sin cambiar los terrenos.
Hasta que aparecen, porque la mesa sabe que no hay más remedio, muchos cuernos: Rajoy, líneas de crédito, rescates, mentiras, Dívar, Bankia, el teatro de políticos y demás comparsas, nacionalismos (todos ellos excluyentes, añado yo como cronista, porque la exclusión del otro es el rompeolas de cualquier nacionalismo), economía, burbuja financiera, Merkel, Grecia (Samarás y la izquierda griega), los mercados atacando al euro, el Banco Central Europeo, los cortafuegos ante estos ataques que han sido consumidos por el mismo fuego al que pretendían para los pasos, la política y la ética, la economía y la ética, la ética y la legalidad. Al final, casi al final, como si fuera un telediario, la "roja", que el único hecho o grupo o ideología que ha conseguido unir a todos los españoles; mala combinación la de la política y la ética, aunque sea muy antigua, y tan moderna como el viaje de Rajoy a ver el primer partido de España en la eurocopa, añado yo como cronista.
Entre seis hemos sido capaces de hacer un compendio de todas las aristas conocidas de la realidad en la que vivimos. No nos olvidamos de los parados; de los que hay, y de los van a ir parándose porque así se lo dice lo dicen las normas laborales. Uno de los presentes citó un artículo, sin más referencias, que hacía un resumen de la realidad muy bueno en tres folios, y tres vías de solución en tres líneas; soluciones tan poéticas, que no las recuerdo. También en esto, en marcar soluciones, fuimos incapaces de ir más allá, y eso que dejamos encima de la mesa la necesidad de encontrar una economía productiva nueva, de nueva base, que aporte actividad y trabajo.
Paco y Mariano, y demás lectores, hasta aquí mi resumen, que es tan crítico como la realidad que observamos y sentimos, y tan ardiente como el futuro. Tengo la sensación de que cada día, como en un juego de equilibrios imposibles, vamos un poco más allá; cada día parece el último; cada vez que se cita la palabra "rescate" siento, no sé si sentimos, algo más que congoja, cuando el rescate solía producir alegría porque ha pasado el peligro. El rescate, con el que amenazan, no parece que es la salvación, sino la perdición. ¿Por qué eligen palabras retorciendo su significado?