LO QUE FALTÓ EN EL DISCURSO DE RUFIÁN
Me ha gustado mucho el discurso de Rufián anoche. Es más
pienso que puede merecer pasar a la historia de los discursos parlamentarios habidos
en nuestras Cortes.
Acertó en el tono y la música del mismo, evitando la
mitinera musicalidad a la que nos tienen acostumbrados nuestros parlamentarios.
Pero asimismo evitó el contenido al que nos tienen acostumbrados los políticos
que no suelen salirse de la “pauta”; mirando siempre a lo que han dicho los
otros y sin apenas aportar nada nuevo que consideraran que tienen que decir.
Dicho esto, algún defecto tenía que tener el discurso.
Faltó la consideración adecuada del concepto de violencia como “dominio ejercido por
unos hombres sobre otros” y que traducido al lenguaje normal de la calle viene
a significar un “ejercicio de poder”, cualquiera que sea éste, que deviene “dominio
contra la voluntad del dominado”. Por definición el ejercicio del poder siempre
lleva una carga de violencia en sí cuando no nace de un pacto previo entre
partes amparado por la ley.
Y en el tema que se está tratando es fundamental distinguir
y apreciar cuándo ese dominio está amparado por la ley y es legítimo y justo; la
violencia del Estado se justifica entonces en salvaguardar un orden superior
pactado y ordenado por la ley, como puede ser el “orden público”.
De forma mitinera destacó
la violencia gráfica periodística y peliculera de la policía, los mossos y la
guardia civil (aun reconociendo que en esas actuaciones hubo abusos de poder y
por tanto violencia injusta). Pero omitió la violencia del ejercicio abusivo y
continuado de poder ejercido por la Presidencia de la Cámara y los partidos independentistas
contra los diputados y ciudadanos no-independentistas, y la apariencia de
legalidad con la que pretendieron arropar y cubrir el llamado “procés”.
Hay que agradecerle que supo exponer desde una tribuna
adecuada el valor fundamental de la política en su relación con los ciudadanos
y de reconocer la monstruosidad sobre la
que se construyeron falsedades como “España nos roba” o “cuanto peor, mejor”
etc. ridiculizando esa política de slóganes y propaganda a la que nos tienen
acostumbrados nuestros llamados “líderes políticos” y sus asesores.