viernes, 14 de febrero de 2020

PROFUNDAS REFLEXIONES FILOSÓFICAS

Pretendo entretenerles y  liberarles un poco de las importantes tareas que, con toda seguridad, están acometiendo en estos momentos.

Son éstas las reflexiones que nuestro querido autor, Felipe Benitez Reyes, gaditano de Rota, heredero del escéptico, "Carpe diem" con gotas de humor, nos regala para cuando nos venga bien echar un rato.

CALCETÍN. Un calcetín solitario no es nada, como si dijéramos, porque el calcetín sólo adquiere entidad cuando va en pareja, y por tales parejas se venden, así tenga el cliente una sola pierna, ya que, al ser ambos calcetines idénticos, pueden usarse para ambos pies, privilegio de intercambiabilidad del que no gozan por desgracia los zapatos.

     Aun así, no puede dejar de considerarse un abuso el hecho de que algunos fabricantes comercialicen los calcetines en paquetes indivisibles de tres pares, ya que nadie tiene seis pies y, además, si se da el caso –como suele– de que cada par sea de un color distinto, el cliente se ve sometido a una presión estética innecesaria: es posible que necesite un par de calcetines negros y otro par de calcetines azules, de acuerdo, pero también es probable que no necesite el tercer par del lote: los calcetines de color beige.
Los calcetines, como ustedes sabrán, se guardan en el cajón de los calcetines, vueltos sobre sí, ensimismados, como serpientes de trapo que se hubiesen tragado a sí mismas. El mencionado cajón de los calcetines, por cierto, tiene un olor inconfundible: ese olor inconfundible a cajón de los calcetines. Un olor a catacumba, mezclado con un ligero olor a vagabundeo, ya que los calcetines, por mucho que se laven, siempre huelen a calcetín.

     Por fortuna, como ha quedado dicho, un mismo calcetín puede servir para el pie izquierdo o para el derecho, cualidad que ahorra unos segundos de decisión angustiosa a la persona madrugadora que tiene que salir pitando para el trabajo. Si existieran calcetines específicos para cada pie, habría que numerarlos en la planta, o distinguirlos con una banda de color, lo que a la larga no evitaría confusiones.

     Colgada de un tendedero, una colada de calcetines parece un cónclave de ahorcados invisibles, y se manifiesta un factor escalofriante en esa sucesión de pies fingidos, con desmayo de pie difunto. Una vez secos y en la cesta correspondiente, el revoltijo de calcetines tiene algo de rompecabezas, y hay que ir tanteando cuál se empareja con cuál, tarea en la que a veces el ojo nos traiciona, ya que no existe cosa que se parezca más a otra que un calcetín negro a otro calcetín negro, así no formen pareja.

     Cuando enfundamos el pie en un calcetín negro de fina textura, nuestro pie se elegantiza, se vuelve esbelto y gótico, digno de pisar la alfombra roja de un estreno cinematográfico o la alfombra bermellón que conduce al féretro situado ante el altar de alguna iglesia igualmente gótica, porque en la vida hay de todo. Cuando lo enfundamos en un calcetín de dibujos geométricos, nuestro pie parece un juguete. Cuando lo enfundamos en un calcetín blanco,parece el pie de un ángel o de un explorador congelado bajo un alud de nieve. Y así sucesivamente, pues existen calcetines de todos los colores, afortunadamente para ese dandy secreto: el pie.

El intruso honorífico. Entrada "Calcetín".

1 comentario:

  1. Jopé, Mariano, jopé.
    Me he partido.
    Mirando ahora cómo componerme.
    Jaaa …!

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Gracias por opinar.