La actriz Margarita Xirgu, que en diciembre de 1935 estrenó en Barcelona la obra de Federico García Lorca “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores”, recibía cada día un ramo sin tarjeta y supo que se trataba de un obsequio de las floristas de las Ramblas.
Federico y ella decidieron dedicar como homenaje una función a las floristas.
Alocución a las floristas de la rambla de Barcelona:
Señoras y señores:
Esta noche, mi hija más pequeña y querida, Rosita la soltera, señorita Rosita, Doña Rosita, sobre el mármol y entre cipreses Doña Rosa, ha querido trabajar para las simpáticas floristas de la Rambla, y soy yo quien tiene el honor de dedicar la fiesta a estas mujeres de risa franca y manos mojadas, donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina…
La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen granadino, ha querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la vean las flores de la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona.
Como una balanza, la Rambla tiene su fiel y su equilibrio en el mercado de las flores donde la ciudad acude para cantar bautizos y bodas sobre ramos frescos de esperanza y donde acude agitando lágrimas y cintas en las coronas para sus muertos.
Estos puestos de alegría entre los árboles ciudadanos son el regalo del ramblista y su recreo y aunque de noche aparezcan solos, casi como catafalcos de hierro, tienen un aire señor y delicado que parece decir al noctámbulo:
“Levántate mañana para vernos, nosotros somos el día.”
Nadie que visite Barcelona puede olvidar esta calle que las flores convierten en insospechado invernadero, ni dejarse de sorprender por la locura mozartiana de estos pájaros, que, si bien se vengan a veces del transeúnte de modo un poquito incorrecto, dan en cambio a la Rambla un aire acribillado de plata y hacen caer sobre sus amigos una lluvia adormecedora de invisibles lentejuelas que colman nuestro corazón.
Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad.
Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas al amanecer.
Yo también tengo que pasar todos los días por esta calle para aprender de ella cómo puede persistir el espíritu propio de una ciudad.
Amigas floristas, con el cariño con que os saludo bajo los árboles, como transeúnte desconocido, os saludo esta noche aquí como poeta, y os ofrezco, con franco ademán andaluz, esta rosa de pena y palabras: es la granadina Rosita la soltera.
Salud. Federico García Lorca.
"Ahí afloraban los matices de una misma condición humana: era el rincón que empezó a mostrar pieles de color, augurio de mestizaje. Ahí corríamos delante de los grises en la dictadura y comprábamos flores para nuestros amores juveniles.
ResponderEliminarNadie la retrató mejor que el poeta andaluz universal: “La calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no acabase nunca, rica en sonidos, abundante en brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre, es la Rambla de Barcelona”, cantó Federico García Lorca" (X.Vidal-Folch, elpaís.es, 21/08/17)