La lectura del libro de Gregorio Morán, ya citado, me está provocando
una reacción intensa. Me ha rebozado de nuevo en lo fue mi vida de “iluso”.
Durante unos años estudié el tema de las creencias como algo
importante en lo que es la vida de los individuos; y desde el punto de vista
intelectual, me impactó caer en la cuenta de que las “evidencias” (considerar o
tomar algo, pensamiento o cosa, como verdad) no son más que las consecuencias
de las creencias previas que tenemos; sin conciencia de ellas porque las
“tenemos”, las “vivimos” y punto. Por eso decía Ortega muy bien: “Las ideas se
tienen; en las creencias se está”.
Cuando se toma conciencia de lo que son, creencias, ya no
son tan evidentes; aunque sigan siendo evidentes; si no las viviéramos como de
alguna forma evidentes dejarían de ser creencias y no podríamos considerarlas
verdaderas ni conformes a la realidad y no tendría sentido someterlas a crítica.
Ese es el síntoma necesario de la madurez, a la que, desgraciadamente, cuesta
mucho llegar.
Cuando vivía mi historia de iluso y empezaba mi crítica a
esa ilusión, pensaba que fuera de mí mundo estaba el mundo real. Pero la
crítica a mi mundo fue tan dura que me olvidé de criticar al mismo tiempo y con
la misma dureza el mundo que había a mi alrededor, de no ser mi mundo íntimo y
familiar. Tardé mucho en caer en la cuenta de que la historia que sucedía a mi lado era tanto o más
alienada y alienante que la mía y
fundada en creencias tanto o más absurdas que las mías.
La lectura de este libro me ha hecho revivir en terceras
personas lo que es el fanatismo de las creencias o, no sé si es lo mismo, la
eficacia de las creencias fanáticas.
Las cosas tan ridículas que he considerado que hacía durante
mis años ilusos me parecen pequeñeces viendo las cosas tan espantosamente
ridículas y las espantosas consecuencias que traían consigo las prácticas del
PCE en los mismos años en los que yo estaba cuajando mis ilusiones. ¡Qué
minucias mis ilusiones religiosas comparadas con las que padecieron aquellos
comunistas creyentes en la fe de Stalin!
Creo que ni yo ni mis mentores de entonces eran la mitad de
fanáticos que aquellos dirigentes capaces de someterse a “autocríticas” tan
alienantes realizadas por personajes tan
importantes como Santiago Carrillo y adláteres.
Y me da miedo pensar que estamos viviendo un momento
cultural a nivel mundial en que el Poder, clave en la formación de las
creencias sociales, ha encontrado, de la mano de la ciencia y la técnica y
sobre todo la tecnología las claves para
generar creencias sociales que están alienando a la población.
Lo que es peor, ha encontrado una justificación filosófica
posmoderna en su quehacer de dominación en el concepto de “posverdad”. Tan
absurda época ha llegado a considerar como definitivo un “Pensamiento Único
Científico-Político-Globalizado” que encima llaman “Liberalismo”, con su
correspondiente “Iliberallismo” y un “Final de la Historia”.
Si la verdad es “pos”, la gran fábrica de verdades es el
control de los medios y las técnicas psicológicas científicamente probadas para
la manipulación social.
Me queda la esperanza de que algunos intelectuales y poderes
gestores, por inteligencia racional, empiecen a considerar que el mundo no
puede seguir con los parámetros actuales de gestión económico-políticas-sociales-culturales;
que la tierra no aguanta más contaminación y las poblaciones no pueden aguantar
tanta corrupción, violencia o falsedad … y pueden emigrar o lanzarse a la calle
cuando no hay mucho que perder; que las
empresas no pueden ser gestionadas únicamente en función del valor de las
acciones; que tienen que responder a las necesidades sociales.
¿Habrá capacidad para imponerse a los intereses? ¿Empezarán los
grandes gestores a bajarse sus sueldos
enormes y a predicar la necesidad de “redistribución de la riqueza”? ¿Dedicarán
fondos a investigar de verdad cómo se puede cambiar el rumbo? ¿Podrán domeñar
el poder de los Berlusconis, los Putin, los Trumps, y Cia. y la ignorancia de
los que les votamos?
Nosotros no lo veremos. Pero la esperanza ahí está. Hay que
tener ilusiones. Hay que mantener algunas creencias.
NO TODO VALE
No es fácil de entender, para mí casi imposible, que tantos intelectuales, personas de cultura y de inteligencia, negaran la realidad que ya era evidente y siguiesen defendiendo lo indefendible: El estalinismo y la Unión Soviética.
ResponderEliminarDespués, he visto cómo se han seguido defendiendo otras realidades, sin dificultad para negar la evidencia y, así, hasta el día de hoy.
Deben ser, como dices, las creencias. También, sin duda, los intereses personales y, con frecuencia, una mezcla de intereses, creencias y comodidad.
Como tú también dices, "no todo vale", pero cuando se ha vivido desde dentro el fanatismo y sus consecuencias, siempre se tiene miedo de volver a las andadas y es bueno, me parece, que así sea, pero sin mantener que todo vale, si "el gato caza ratones"...
Decir que "no todo vale" sigue siendo necesario, para vivir como personas humanas. No es tarea fácil. Nunca lo fue, aunque saberlo, no nos sirva de gran consuelo.
Gracias, Mariano, por tu reflexión.