El espíritu de Dios aleteaba sobre
la superficie de las aguas.
(Gen. 1.2.Biblia de Jerusalén.)
Aleteaba en el tiempo
como el colibrí aletea
al regresar a su nido para
dar a sus crías alimento.
Aleteaba en el aire,
con su poderoso hálito
desarrollando su imagen única
en la universal existencia.
Ser existente, diversificándose en
su continuo proceso en el espacio
y el tiempo, sin un antes ni un después,
sino, simplemente, siendo.
Verdades sencillas, difíciles de expresar
que aclarar no logran la naturaleza
del Ser que no puede ser concebido
a menos que sea vivido.
Sintiendo mi vida, el corazón decía:
Mi ser es mi Dios, mi Dios es mi ser.
Existo por él y él existe por mí.
Existo para él y él existe para todos.
Susurros eran de un corazón confiado.
En el acontecer del tiempo, todo ente
sigue el proceso de la única vida.
Distintos, pero con la misma imagen.
El aleteo del colibrí era mi mismo
espíritu, el de la existencia entera.
Santiago Rupérez.
Taipei, 15-8-2019.
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