jueves, 31 de octubre de 2013

MINKANDÁ, Cap. XIX (clip 00:54,61)

Cuadernos de un Gran Viaje
(transcripción cuasi literal)

 00:54,61
 

A veces pago servicios con 'bombones' (caramelos). Tenía yo un gusano alojado en un pie de varios días atrás sin saberlo, pero un jovencísimo y experimentado doctor me dice: "Mondele, espera aquí y no te muevas".

Estábamos ensayando y se fijó cuando me había quitado una deportiva y el calcetín para rascarme. Es una clase de gusanos que se te meten en la carne cuando menos lo esperas y crecen ahí a costa tuya. A Bibiche le ha sacado este mismo doctor el otro día uno de su redondito y precioso culo.

Volvió enseguida con una púa de espino. El escalpelo. La intervención  me costó 3 bombones. Sin dolor, eso sí. Se llama Erick, tiene 8 años (¿viste su foto ahí arriba?). Si ignorante de mí me llevo ese colega conmigo a España -alguna decimilla de fiebre, pie apenas inflamado, una ronchita de nada, tú caminas y tal-, se vuelven locos. En cualquier hospital. En su vida han visto semejante historia. Te dicen "vaya, hombre, pues sí que te has traído tú de África algo que, no sé yo. Vamos a ver, vamos a ver ...". Te ha picado una serpiente venenosa. O tengo la solitaria, ya te digo.

¿Sabes lo peor? que crece dentro de ti. Que dejas de ser uno para ser  dos.

No era broma, no. Tanto es así que mi amigo, el carmelita José Huerga -ese de 'dejadme en paz de bobaditas'- para celebrarlo abrió en la comida el vino más rico de cuantos probé en mi vida: un tetra-brik de Don Simón. Nada menos ! Y bien fresquito, eh ! Qué textura de vino, qué buqué, qué paladar, qué sabor, esencia pura de ... ummm ... ! Lo bebíamos en silencio, degustándolo. Oye, ¿no estarás pensando que es para menos, eh?

¿Caros sus honorarios? Qué dices. Mira, lo primero, hay que detectarlo. Luego, diagnosticarlo bien. Hay que ir por instrumental, perforar con precisión decidida y rápida para que no huya hacia dentro. Que no escape ! Debo a ese doctor mucho más de lo que le pagué. Créeme, de verdad.

Voy componiendo a la vez que ensayamos una canción con los (y las) incondicionales que me siguen como sombra a todas partes. Así consigo que se olviden por un rato de pedirme bombons. Sorprendidos de la marcha, del ritmo africano que imprimo, se fijan en mis movimientos. Improvisamos con las manos sobre cualquier superficie que retumbe a modo de tambor y cuando la letra dice 'bombom' entonces todos percutimos con especial potencia. Sin miedo. La letra en lingala dice así: 
(todos)  Pesa, pesa
pesa ngai bombom, pesa ngai bombom
pesa, pesa, pesa ngai ... bombom
chi chiuuu ... ta, ta, taaa
(yo solo en mbeti) kameni me bisá, kameni me bisá
(todos) soki yo okozala malamu
soki yo okozala malamu
kaka nde nakopesa bombom
 pesa, pesa, pesa ngai ... bombom
chi chiuuu ... ta, ta, taaa
 
(todos) Dame, dame, dame un bombón
dámelo, dámelo
chi chiuuu ... ta, ta, taaa
(yo solo en mbeti) no me da la gana, no me da la gana
si te portas bien, si te portas bien
entonces te daré un bombón,
te daré un bombón,
dame, dame, dame un bombón
chi chiuuu ... ta, ta, taaa

Cuando me los piden tres, cuatro veces seguidas -o sea, siempre- empieza el ensayo. Se divierten más que si les diera ya el bombón. Saben que finalmente lo tendrán. Son pacientes, constantes: astutos cazadores como tengo ya dicho.

Cuando sólo llevo conmigo un par de caramelos me piden concour. Yo tengo que escribir un número en un papelucho. Tratan de acertarlo. El que gana recibe un caramelo y queda eliminado para el último intento. Es lógico a la par que justo. Lo aceptan todos. Pero, ay amigo, cuando acaba la ronda, los que quedan sin premio agarran tal cabreo descomunal que tengo que salir disparado a mi habitación en busca de más caramelos.

Se me vienen a la memoria -lo intento pero no puedo evitarlo- escenas de hombre blanco en una olla, con leños ardiendo debajo y negritos danzando a su alrededor. Oh, no, qué miedo!

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