Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
"Una de las páginas más innobles de los gobiernos europeos que se consideraban demócratas en los años treinta en Europa fue su Pacto de No Interferencia frente al conflicto civil que ocurrió en España en el periodo 1936-1939. Dichos gobiernos se negaron a ayudar a las fuerzas republicanas demócratas que luchaban contra el fascismo, aún a sabiendas de que Hitler y Mussolini estaban enviando armas al lado golpista que intentaba terminar con la II República. Recuerdo a mis padres, republicanos que perdieron la guerra luchando por la democracia, explicando que una de las situaciones que vivieron con mayor desencanto y mayor frustración fue la actitud pasiva de los gobiernos demócratas europeos frente a la ayuda masiva del gobierno nazi alemán y del gobierno fascista italiano a los fascistas que estaban destruyendo la democracia española.. Ello sucedió sin que las llamadas democracias levantaran un dedo para ayudar a los que luchaban en España para defenderla. “¿Por qué tales gobiernos no enviaron armas al pueblo español, cuando eran plenamente conscientes que el gobierno nazi alemán y el gobierno fascista italiano lo estaba haciendo? ¿Por qué estaban callados?”, se preguntaban los demócratas españoles.
Se vio más tarde, cuando se pudieron conocer los hilos que tejían aquel silencio ensordecedor, que aquella pasividad de tales gobiernos demócratas (incluso aquellos gobernados por partidos socialistas) era consecuencia del miedo que aquellos gobiernos tenían de que las clases populares de sus propios países se contagiaran del entusiasmo popular en España y copiaran las medidas progresistas desarrolladas en España durante la II República. El peligro de que sus clases populares pudieran radicalizarse llenaba de temor a los establishments de aquellos países. Tenían pánico a que el entusiasmo reformador que se había despertado en España pudiera contaminar a sus propios ciudadanos, que seguían con gran interés lo que pasaba en España. Fue este temor lo que explica su cobardía y resistencia a proveer asistencia militar a las fuerzas republicanas españolas.
Algo semejante está ocurriendo en los gobiernos europeos que se llaman democráticos en su falta de apoyo al pueblo griego
Una situación casi idéntica está hoy ocurriendo en Europa. Hoy, la mayoría de gobiernos de la Eurozona, incluyendo los socialdemócratas, han permanecido callados frente a la enorme agresividad en contra de las clases populares griegas por parte del capital financiero y de su instrumento, el Banco Central Europeo. Un cuarto de la riqueza del país ha sido destruida en este ataque, determinando un enorme deterioro en el bienestar de la población –sin precedentes en un país europeo en tiempos de paz-. Todo ello ha ocurrido como consecuencia de un plan (llevado a cabo con éxito), de destrucción de cualquier país que intente rebelarse frente al austericidio que se le está imponiendo. Las políticas de recortes impuestas al pueblo griego por la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI), así como por el Eurogrupo y el Consejo Europeo han sido un desastre mayúsculo(....)
La pasividad y complicidad del gobierno socialdemócrata francés presidido por Hollande y el italiano dirigido por Renzi, la agresividad del presidente del Eurogrupo, el ministro socialdemócrata holandés de Finanzas, Jeroen Dijsselbloem, la complicidad de la dirección del Partido Socialdemócrata alemán con las políticas anti-Syriza del gobierno Merkel (y ello a pesar de la oposición de los sindicatos alemanes, que han apoyado a Syriza), entre muchos otros, son indicadores de su gran responsabilidad en el desarrollo de unas políticas de claro corte neoliberal, que han estado dañando a las clases populares de sus pueblos y que ahora están colaborando en la enorme represión del establishment europeo (del cual son elementos y componentes claves), intentan destruir cualquier alternativa. Con ello, están destruyendo la Europa social y democrática que sus antecesores crearon y establecieron en este continente. Su responsabilidad en este hecho es enorme. Y es su suicidio a la vez, pues su enorme declive electoral se debe precisamente a su comportamiento durante estos años, que han abandonado los principios de solidaridad y de compromiso democrático característicos de los gobiernos de sus antepasados".(público.es)
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