La movilización general de Atresmedia para ofrecer al mayor número de personas un "debate" entre cuatro políticos -uno, bueno, una, ni siquiera era cabeza de ninguna de las listas del 20 de diciembre; era una representante de quien debió asistir- tuvo, en mi caso, un preámbulo menos aparatoso que el servido por la TV, y por ello tuve la ventaja de poder asistir al debate político, con retraso, porque lo vi en diferido, desde una perspectiva muy diferente.
Volvía de tomar unos vinos y picar unas ricas tapas. Tomé el metro en la estación de Ibiza, en la línea 9, sentido Pza. de Castilla, para volver a casa cuando ya estaba en su esplendor el espectáculo; eran, exactamente, las 22:36 cuando me senté en el vagón del tren. A los pocos minutos me percaté de que tenía sentada enfrente una chica joven; me llamó la atención el hecho de que se rascaba, creía yo, la nariz con frecuencia; cuando levantó la cabeza, que estaba apoyada en el brazo derecho sobre una barra, vi una cara compungida, con los ojos rojos, y con la mano se secó unas lágrimas. El trayecto duró unos veinte minutos, y los dos hechos que acababa de protagonizar la chica, se repitieron metódicamente. Estaba llorando; más preciso, estaba intentado contener el llanto, pero le rebosaban algunas lágrimas, mientras la mayoría se le colaban por las fosas nasales. Tuve tiempo de imaginar varias escenas anteriores al momento que estábamos compartiendo; porque una vez, solo una, su mirada se cruzó con la mía; no volvió a ocurrir, lo evitó de mil maneras distintas; no quería ser vista llorando, y por eso desvié mi mirada un poco, para fingir que no la veía; lo hice por respeto, pero seguí viéndola llorar.
La escena que me pareció más acorde con la realidad social, teniendo en cuenta su forma de vestir, la calidad de su ropa, fue la de que le acababan de despedir del trabajo. Olvidé otras posibles, como la ruptura con el novio o el marido, porque ni la ropa ni el pelo mal peinado y revuelto tras una larga jornada laboral tenían nada que ver con unas horas de charla tensa con el novio o el marido; habría ido a la cita más arreglada.
Esta manida situación me situó anímicamente en un ángulo muy concreto cuando conecté la tele y, sabiendo que estaba viendo algo que ya había ocurrido una hora antes más o menos. Durante las dos horas y cuatro minutos que duró el espectáculo no pude quitarme de la cabeza lo vivido y supuesto en el metro. Lo que oía a los cuatro, seis, contados los directores de pista, protagonistas del espectáculo tenía el tinte duro y agrio del olvido. Todos los protagonistas se mantuvieron en la pista del espectáculo; ninguno bajó a la arena de la realidad. La realidad la tenía yo en mi cabeza, y nadie dijo nada de su existencia. Solo uno, Pablo Iglesias, al final, en el "minuto decisivo" le llamaron al penúltimo acto, ¿no?, fue capaz de revivir la memoria de los hechos de las últimos años, y pedir sonrisas de esperanza para todos los que han vivido estos años escenas similares a la que yo atribuí a la chica que lloraba en el metro. La chica que iba sentada enfrente mío en el metro no era guapa, y, sentada, tampoco parecía contar con un buen tipo; pero su cara lacerada por el llanto contenido no podré olvidarla nunca.
Pues bien que te honra tener la realidad en tu cabeza. Ganó el debate, su formato moderno y ordenado. Los debatientes hablaron desde su mundo político, institucionalizado y lejano al día a día de los más desfavorecidos.
ResponderEliminarPero tampoco una sola palabra sobre política exterior: en qué planeta ubicaron al país. Ni acerca de la cultura: esa madrastra oficialmente mal vista pero que sin ella, ni debates, ni democracia ni justicia e igualdad. Sin ella ¿qué visión del ser humano, su dignidad, que están en el fondo de cualquier posible política?
A pesar de todo, qué diferencia con otros debates!!!
ResponderEliminarCuando se conoce cómo se ha controlado y defendido por el bipartidismo el espacio político en nuestro país, es algo extraordinario ver a Ciudadanos y Podemos debatir con el PP y el Psoe. Queda mucho camino por recorrer, pero el 15M, las Mareas, la corrupción, los desahucios, la precaridad, la emigración de parte de los más preparados, la incapacidad de la vieja política para encontrar soluciones a nuestros problemas han entrado ya en un espacio político que estaba custodiado, cerrado y bien cerrado...
Hay algo nuevo y fresco que ha conseguido hacerse oir y escuchar.
Don Antonio Machado saludó a la juventud que se apartaba de "los sucios oropeles de Carnaval" de la España que le tocó vivir:
"Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura"
Estoy convencido que sin Podemos y Ciudadanos hubiese sido imposible los cambios en la política española y que se ha necesitado mucha energía, muchos esfuerzos, muchas "mareas", mucha indignación...para conseguirlo. Por esta razón, mi sentimiento al ver el debate ha sido de admiración y de reconocimiento al trabajo de tanta gente...Era y es muy difícil