Querido Remigio, tengo pendiente hacerte llegar unas letras de agradecimiento desde hace tiempo. Aunque te parezca mentira llevo tu rostro grabado en mis neuronas desde que sufrí el infarto cerebral a las 12 horas del 26 de febrero de 2015 a la entrada al Centro de Exposiciones del Canal Isabel II y cuyo tema de la exposición era sobre el Itinerario de Hernán Cortés.
Si mal no recuerdas íbamos a acceder a la entrada cuando, de pronto, me fallaron las fuerzas, se me doblaron las piernas y sin llegar a perder el conocimiento del todo me sentí desfallecer. Con un brazo me agarré a la verja forjada de hierro de la puerta de entrada, con el otro fui sujetado por Manolo Rodríguez Yuste con quien había venido dando un paseo desde la Plaza de Castilla. A pesar de la situación la suerte estaba aliada conmigo porque justo enfrente de la explanada había una camioneta del SAMUR. Dos operarios acudieron enseguida y me llevaron a la furgoneta donde procedieron a realizar las actuaciones que les marcaba el protocolo. Tras el chequeo de rigor y considerando que estaba normalizado uno de los operarios me dijo que me podía marchar. Sin embargo yo no me sentía del todo bien. Acababa de sufrir un ictus y aunque no tenía consciencia exacta de ello había perdido el 45% de visión de la parte derecha. Recuerdo que cerraba un ojo y luego el otro y que veía con ellos, que miraba a un lado y luego al otro y parecía normal, pero no. El ictus me había regalado una hemianopsia con la que he de convivir el resto de mi vida. El otro operario me hizo algunas preguntas como en qué año estábamos, fecha de nacimiento y algunas más. Viendo que no todas mis respuestas eran congruentes decidió llevarme al Hospital que me pareciera mejor.
Reconozco que podía haber sido peor, que podía haberme "quedado" allí o que las secuelas hubiesen sido más graves, pero he quedado como ya sabes. Eso sí, sé que estuve un tanto aturdido en el autobús del SAMUR e incluso en la sala de espera cuando se me hospitalizó en el Gregorio Marañón. Y sin embargo, Remigio, ha sido tu rostro el que yo recuerdo. Sé que en el Hospital aparecieron María José, mi mujer, y luego mis hijos, pero eso lo recuerdo vagamente, sin embargo a ti te recreo en la memoria con total nitidez. Todos los compañeros habían entrado a la exposición persuadidos de que no había problema mayor y tú te quedaste junto a la puerta del SAMUR esperando y ese es el rostro, el tuyo, el que llevo grabado.
Te quiero dar públicas gracias, Remigio, por tu rostro amigo, por tu espera, por tu silenciosa compañía.
me parece muy bien y muy justo este reconocimiento a nuestro callado amigo Remigio. jlgoytre
ResponderEliminarMe uno y adhiero al comentario de JL Goytre que aplaudo. Y celebro leer tu nombre, JLG, en el blog con feliz sorpresa. A ver si se prodiga ...
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