sábado, 12 de noviembre de 2016

Que no hay deseos cuerdos, con esperanzas locas (II)


El camarero amigo del Café Gijón me pide publicar este nuevo texto en JubJub, encontrado bajo la taza de café, en la misma mesa junto a la ventana que mira al Paseo de Recoletos. Me limito, como siempre, a copiar fielmente el texto recibido.








"Vivimos tiempos extraños.
Mantenerse vigilantes, dicen,
como si nada hubiese cambiado todavía.
Pero los puentes arden,
nuestra casa tiembla
y la ciudad ha cerrado sus puertas al hambriento"

3 comentarios:

  1. Tu camarero amigo del Café Gijón siempre te deja muy bellos textos que, además, dan que pensar. Me intriga saber de quién es la pluma que los redacta. Creo que voy a tener que comerme mi intriga. El de hoy es inquietante, pues si los puentes arden ¿por dónde escaparemos? Aunque, mejor pensado ... no, no, nos quedaremos en la ciudad y correremos la misma suerte que el más hambriento de sus ciudadanos.

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    Respuestas
    1. El camarero amigo me manda los textos, sin hablar nunca de la identidad del escritor desconocido.
      A veces, tengo el sentimiento de abusar de la hospitalidad de JubJub publicando estos escritos que a pocos o a nadie pueden interesar, pero son tantos años de amistad con el camarero del Café Gijón que no me atrevo a negarme.
      En el texto de hoy, me parece que de nada sirve vigilar, cuando los puentes arden. Hay que apagar el fuego y reconstruir los puentes.
      Mantenerse vigilantes haciendo unos deberes sin sentido, como si se tratara de un juego de palabras, no deja de ser curioso...
      De todas formas, siguiendo tu sugerencia, he mandado al camarero algunas gorras azules de ribetes dorados como regalo a los vigilantes.
      Un conocido que trabaja en temas de seguridad e información (antiguamente se llamaban espías) me dice que las gorras y los uniformes tranquilizan, aunque no solucionen nada y, a veces, lo compliquen todo.
      Al camarero amigo siempre le hablo de ti, de tu interés por
      el escritor desconocido y se pone muy contento.
      En esta ocasión, volveré a hacerlo y puedo ya adelantarte su agradecimiento.


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  2. Hacer deberes sin sentido es algo a lo que se habitua el ser humano desde temprana edad. Aprenderse la lista de los reyes godos o a operar con logaritmos neperianos solo son dos actividades que figuran en el elenco interminable de inutilidades gloriosas con que nos hemos dotado.

    Por el contrario, hay otras muy prácticas y enriquecedoras. Son también muy abundantes y suelen reflejar la misma luz que desprende el esplendor sobre la hierba bajo el sol resplandeciente de las mañanas escarchadas en las laderas de los Alpes. La actividad de recoger un sobre en cierto café y volcar aquí las palabras de un misterioso escritor, puede y debe considerarse un glorioso ejemplo de estas últimas.

    O eso creo yo, que no hace tanto usaba gorra azul con ribetes dorados en ciertos eventos.

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