Me
duele en el alma la posible, quizá no tan probable, salida del Reino Unido de
la Unión Europea. A ese país fue mi primera salida de España.
Nuestra salida,
pues aprovechamos Mercedes y yo el viaje de novios para matar dos pájaros de un
tiro.
Un gran viaje aunque ella ponía de inicio, recuerdo, reticencias.
Económicas en especial pero luego no fue el león del gasto tan fiero. Mirábamos
embobados cada esquina, cada paisaje y todo el paisanaje: estábamos en Europa,
o sea, un nivel solo soñado hasta aquel año de 1972.
Andan ahora cuestas —y muy pesadas cuestas— con lo del BREXIT.
Quién
nos lo iba a decir hace solo un par de años. Aparece hoy un nuevo partido,
RENEW, que defiende entre cosas la permanencia en la UE. Y en esas estamos.
Qué mosca nos habrá picado que andamos dándole vueltas al
repliegue y al paraguas, al ala de avestruz y al calorcito de la lumbre
de los míos. Como si los míos tuvieran la poción mágica que me
defenderá a capa y a espada de los intrusos que pretenden arrebatarme el
colchón y el butacón de la tele.
Puedo estar equivocado y mucho cuando me arriesgo a pensar que si
hay luz al final del túnel no está en fórmulas ya barridas por el vendaval
financiero que nos empuja al precipicio de la desigualdad precaria. A la
globalidad velis nolis. En la osadía, en la aceptación de reto
y del riesgo, en la solidaridad inteligente está el futuro luminoso. Que lo hay
y además luminoso, recalco.
Tenemos que hablar, exponer, pensar, discutir sin descanso pues no
es lo trillado ni lo sabido el campo de combate sino los llanos de lo
desconocido, las praderas de la convivencia universal y el asalto a las
escarpadas fronteras para derribarlas. Exijamos ser habitantes de un planeta o no
seremos, es así que somos muy astutos luego, luego seremos.
Y todo lo anterior dicho sea de paso.