Me dedico a cazar tordos. Me levanto a la mañana con el sol y me voy a un bosque mío que estoy haciendo talar, me quedo allí dos horas inspeccionando el trabajo del día anterior y pasando el tiempo con aquellos leñadores, que siempre tienen alguna desgracia entre manos, o con los vecinos. Cuando me alejo del bosque voy a una fuente, y de allí a una pajarera que tengo. Llevo un libro conmigo, Dante o Petrarca, o alguno de los poetas menores como Tibulo, Ovidio o alguno parecido: leo sus pasiones amorosas y sus amores, recuerdo los míos, gozo por un rato con estos pensamientos. Me encamino después a la hostería,hablo con los que pasan, les pido informes sobre lo que acontece en sus pueblos, escucho diversas cosas, y observo la variedad de gustos y fantasías de los hombres, (...)Así, en medio de estos piojos, me limpio el cerebro de moho desahogo la maldad de ésta mi suerte... (...) Cuando llega la tarde vuelvo a mi casa y voy a mi escritorio,a la entrada me despojo de este traje cotidiano, lleno de fango y lodo, y me revisto de ropas curiales y reales; y decentemente vestido entro en las antigua cortes de antiguos hombres, donde amorosamente acogido por ellos, me alimento del único alimento verdaderamente mío y para el que he nacido; por eso eso hablo con ellos sin temor, y les pido que me expliquen el porqué de sus acciones; y ellos,por su humanidad, me responden; y por espacio de cuatro horas no siento aburrimiento y olvido todas las preocupaciones, no temo la pobreza ni me angustia la muerte; me sumerjo totalmente en ellos.
(Maquiavelo, Nicolás, de una carta a un amigo. Epistolario, Fondo de Cultura Económica, México, 1990. Citada por RASCHELLA, Estudio preliminar y traducción de la obra de Maquivelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Editorial Losada, Buenos Aires, 2004, pág. 10)
Pues esto, más o menos y con matices según cada quisque, es lo que venimos haciendo los adictos a JubJub, ¿verdad Mariano?
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