La piedra no puede defenderse de la
acción de los siglos. Los estados sí. Hay dos interrogantes: durante cuánto
tiempo y cuál es la persistencia de la gota.
Hasta ahora la tendencia era la cuasi
disolución de las fronteras estatales cuasi absorbidos en agregados más
amplios. Al menos en Europa. Pero los nacionalismos vuelven por sus fueros contrarrestando
ese impulso.
Pura testosterona patria: ni una sola
bandera de la UE en la manifestación de Colón. El resto del mundo no existe:
como si no fuera el Tribunal de Estrasburgo y la Corte Europea de Derechos
Humanos la que ostenta la capacidad de bendición última y quizá definitiva.
Elecciones europeas en mayo. Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las
piedras, dijo Alfonso VI.
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