De Aristóteles a Bauman: los secretos de la
filosofía para lograr la felicidad
Historias
Desde Aristóteles hasta hoy, una de las
obsesiones de la filosofía ha sido analizar la dicha y, sobre todo, los
distintos métodos para alcanzarla. Ahora, la pensadora Victoria Camps recoge
los principales hallazgos de su disciplina un libro
Los antiguos griegos lo
denominaban "eudaimonía", un término bastante escurridizo que incluye
el concepto de suerte. En inglés se llama "happiness", palabra que
procede del verbo "hap": tener suerte. En francés se refieren a ella
como "bonheur", vocablo resultante de la unión de "bon"
(bueno) y "heur" (suerte). En italiano, portugués y español se la
conoce respectivamente como "felicità", "felicidade" y
"felicidad", voces todas ellas procedentes del latín "felix",
afortunado
Pero aunque la suerte puede ayudar a
conseguir la felicidad, no basta. La felicidad, como decía Bertrand Russell, es una conquista, hay que
trabajársela.
Es evidente que la felicidad es lo
más demandado y lo más universal desde que existe la humanidad. Es decir: desde hace 400.000 años es lo más buscado, lo más ansiado.
Los psicólogos evolucionistas aseguran que es precisamente esa búsqueda de
felicidad lo que nos ha permitido sobrevivir como especie durante todo este
tiempo, concediéndonos una ventaja adaptativa respecto al resto de seres vivos.
La pregunta es: ¿cómo demonios se consigue
la felicidad?
La filosofía, la disciplina que
intenta explicar la realidad y el sentido del obrar humano, nunca se ha
dedicado específicamente a tratar de determinar en qué consiste exactamente ser
feliz, un concepto difícil e incluso impenetrable. Pero la filosofía sí que da
por sentado que la búsqueda de la felicidad es el objetivo final del ser humano
y sí que se ha ocupado de estudiar los medios para conseguirla.
De ahí que Victoria Camps, filósofa, catedrática emérita de
Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona y
desde octubre pasado miembro permanente del Consejo de Estado, analice ahora en
un libro delicioso, En busca de la felicidad (editorial
Arpa), las principales reflexiones y aportaciones de numerosos filósofos
alrededor de ese concepto.
Al fin y al cabo la felicidad siempre ha estado vinculada a la ética, un
concepto en el que Camps es experta y que fue establecido por los filósofos
griegos, quienes consideraban que para conseguir la felicidad
cada persona debía esmerarse en construir un "ethos", una manera de
ser que le disponga y le ayude a vivir bien. "Y vincular la
felicidad a la ética significa que aquella reside en el carácter o en la
personalidad de cada uno, más que en un código o en un listado de normas que
hay que acatar", sentencia Camps.
Aristóteles fue el primer
filósofo que se concentró de manera más sistemática en analizar la felicidad.
Estaba convencido de que obrar bien, llevar una vida virtuosa y ética, era
condición imprescindible para ser feliz.
SIN AMIGOS, SIN AFECTOS, PENSANDO SÓLO EN UNO MISMO, SEGURAMENTE ES MUY
DIFÍCIL, SI NO IMPOSIBLE, LOGRAR LA FELICIDAD
Victoria Camps
¿Significa eso que los corruptos,
los viciosos o los libertinos no pueden ser felices? Esa es justo la cuestión
que plantea Calicles, un sofista (aunque no
está del todo claro que lo fuera) que aparece en un diálogo de Platón titulado Gorgias. Calicles
defiende con vehemencia que, en realidad, nadie quiere ser ético y virtuoso y
que, si lo es, es porque no le queda otro remedio, porque se impone el poder
coercitivo de la ley o, simplemente, el miedo a ir contracorriente.
Calicles, desafiando a Sócrates, llega a plantear un gran dilema moral: ¿es
mejor sufrir una injusticia o perpetrarla? La ética y la filosofía socrática
mantienen que, evidentemente, es preferible padecer una injusticia que
cometerla. Y concluyen que quien comete injusticias no
lleva una vida ética y tiene vedada por tanto la felicidad.
Pero Calicles rechaza eso.
Sostiene que un tirano --la persona más injusta del mundo-- puede ser feliz,
inmensamente feliz. "O los corruptos hoy, quienes pueden vivir muy
bien", apuntilla Victoria Camps. El único argumento (bastante débil, por
cierto) con el que Sócrates trató de rebatirle fue diciendo que ese tirano (o
corrupto) viviría siempre angustiado por el miedo a que le pillaran.
También fueron filósofos griegos
los que postularon que la felicidad se conseguía viviendo una vida simple y
acorde con la naturaleza. Así, cuando Alejandro Magno se
topó con Diógenes de Sinope, un famoso filósofo de la escuela
cínica que rechazaba los bienes materiales, y le vio desnudo y tumbado a
orillas de un río, le propuso: "Pídeme cualquier cosa y te lo concederé
". A lo que Diógenes, sin inmutarse lo más
mínimo, le contestó: "Lo único que quiero es que te apartes, me tapas el
sol".
Los estoicos, los filósofos
griegos que más han abundado en el tema de la felicidad, bebieron mucho de los
cínicos. Pero fueron aún más allá. También ellos consideraban que había que
vivir conforme a la naturaleza y que la felicidad se alcanzaba llevando
"una vida digna de ser vivida". Y para ello, decían, había que tener claro lo que depende de uno, lo que no depende de
uno y aceptar esto último sin más, "con indiferencia" por usar sus
propias palabras.
Los seguidores de esa escuela
tenían muy claro que la vida no es un lecho de rosas, eran plenamente
conscientes de la vulnerabilidad de los seres humanos, y defendían que no había
que angustiarse por ejemplo ante la muerte, dado que la misma es inevitable.
"Pero muchas veces es muy duro pedir al ser humano que sea insensible ante
los infortunios, las desavenencias, la muerte, la enfermedad...", subraya
Victoria Camps.
A la filosofía griega en general
hay que hacerle dos acotaciones. La primera: considera que el bien colectivo
está por encima del bien individual, que "el todo es más que la suma de
las partes", como decía Aristóteles. Y la segunda precisión: su concepto
de felicidad se limitaba a los hombres libres, a quienes se dedicaban a la vida
pública. Ni las mujeres ni los esclavos tenían por tanto acceso a la felicidad.
De la
felicidad colectiva a la individual
Todo eso cambia con la llegada de
la modernidad. Después de la Edad Media, en la que el concepto de felicidad se
pospone hasta la muerte y la entrada en el reino de los cielos, en la modernidad la felicidad pa asde ser un concepto colectivo a
convertirse en un concepto puramente individual. Y, sobre todo, a
ser sinónimo de libertad, de independencia, de poder hacer cada uno lo que
quiera con su vida. Aunque, para ello, el Estado debe de garantizar unas
condiciones materiales mínimas.
En realidad Pico della Mirandola, un pensador italiano del siglo
XV, ya anticipó todo eso cuando escribió su célebre Oratio de hominis dignitate (Discurso sobre la dignidad del hombre), donde señala
que la dignidad humana consiste en poder escoger cómo vivir. A diferencia de
los animales, que siguen irremediablemente el instinto, los humanos pueden
decidir qué hacer con su vida, si obrar bien o mal.
Esa idea alcanza su máximo
esplendor en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, publicada el 4
de julio de 1776 y que recoge el derecho a buscar la felicidad como un derecho
humano. "Todos los hombres son creados iguales; dotados de ciertos
derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad", dice literalmente el texto, que pone los
cimientos de los derechos sociales y del Estado de bienestar. Un logro que,
paradójicamente, no es atribuible a Estados Unidos sino a Europa.
"Pero, ¿se puede lograr la
felicidad pensando sólo en uno mismo? ¿Puede ser la felicidad una empresa
individual? Yo creo que no", nos dice Victoria Camps. De hecho, todos los filósofos consideran que tener amigos es una condición
necesaria para alcanzar la felicidad. Aunque tal vez quien más haya
enfatizado en ello haya sido el francés Michel de Montaigne,
quien ya en el siglo XVI consideró como una de las grandes desgracias de su
vida el perder a su mejor amigo.
"Sin amigos, sin afectos,
pensando sólo en uno mismo, seguramente es muy difícil -si no imposible- lograr
la felicidad", reitera Camps. Pero, de todas las aproximaciones a la
felicidad que ofrece la filosofía, ¿con cuál se queda Victoria Camps? "Con
ninguna. Todas tiene algo interesante, pero también algo criticable o
excesivo", subraya. "Para mí la felicidad es saber mantener las ganas
de vivir, algo que no deja de ser muy spinoziano. Es decir
sí a la vida, a pesar de todas las dificultades. Y eso es algo que se aprende.
La suerte cuenta, claro está, pero no es sólo suerte".
En ese sentido, para Camps la única y verdadera autoayuda en la búsqueda de la
felicidad es la cultura. "Un proyecto de vida rico
culturalmente. Se trata no sólo de adquirir cosas, sino de que el ser humano
tenga recursos que le ayuden en los momentos más difíciles".
-¿Usted es feliz?
-No del todo. Siempre queda algo.
Pero me siento afortunada: he podido hacer lo que he querido, he trabajado en
lo que me gusta, tengo un conjunto de afectos, tengo familia, tengo
amigos... No se puede lograr la felicidad absoluta.
Además es necesario no lograrla para así seguir en el camino
Cronología
de la felicidad
1. Antiguos
griegos: Vivir bien, obrar con ética y llevar una vida virtuosa es el camino
para ser feliz. La dedicación a la vida pública es el más excelso camino hacia
la felicidad.
2. Estoicos: Hay
que vivir de acuerdo con la naturaleza y aceptar las limitaciones humanas. Lo
que no depende de nosotros --por ejemplo, la muerte-- debe aceptarse con
indiferencia.
3. Edad Media:
El concepto de felicidad se empapa de doctrina cristiana. Hay que comportarse
en la vida terrenal según la ley divina para así poder salvarse, porque sólo en
el 'otro mundo' se encuentra la verdadera felicidad.
4. Renacimiento:
Con el racionalismo, el camino para ser feliz no es la obediencia a unas normas
religiosas o morales universales, sino la profundización en el conocimiento de
lo que nos rodea y de nosotros mismos.
5. Ilustración:
Todos, dentro de nosotros, sabemos lo que está bien y lo que está mal. Aunque
no nos obligue ninguna norma externa, debemos de cumplir con ese
"imperativo categórico", lo que no garantiza la felicidad pero nos
hará dignos de ella.
6. Modernidad:
La felicidad pasa a ser sinónimo de libertad de poder hacer cada uno lo que
quiera con su vida. Sin libertad, la búsqueda de la felicidad no es posible. La
Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776) recoge el derecho a
buscar la felicidad: "Todos los hombres son creados iguales; dotados de
ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad".
7. Revolución
industrial y capitalismo: El individuo debe ser libre para decidir quién es y
cómo desea vivir. Esa libertad va de la mano de otro derecho: el derecho a la
propiedad. Hay que ser libre para intentar ser feliz y ser libre se materializa
en la condición de propietario.
8. Marxismo: El
'explotado' no es libre, aunque formalmente se le reconozca libertad. Sin
acceso a la educación, a la protección de la salud y a la seguridad social no
se dan las condiciones necesarias para tener una vida digna y poder aspirar a
la felicidad.
9. Estado de
bienestar: Durante el siglo XX, en la mayor parte de países de la Europa
Occidental el Estado comienza a dar protección social a los segmentos de
población más desfavorecidos y a llevar a cabo una mínima distribución de la
riqueza. Se garantizan así los bienes necesarios básicos para que cada uno
pueda vivir como quiera y buscar la felicidad.
10. Actualidad:
Queremos satisfacer inmediatamente cualquier deseo, sin calcular si se trata de
un deseo superfluo o necesario. No aceptamos los límites de la condición
humana: el dolor, la enfermedad, el envejecimiento, la muerte... Se busca una
respuesta técnica (autoayuda) o medicalizada para todo, buscamos resolverlo
todo con una píldora. La felicidad se convierte en una industria.
leer mas"Estupendos ambos textos,Paco. Pero si los enuncias y escribes "leer más", no llenas con cada uno una pantalla entera. Gracias.
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