miércoles, 5 de diciembre de 2012


PENSAMIENTOS AL  ATARDECER

4.- DIOS

¿Qué quiero expresar sobre Dios en estos tiempos? ¿Por qué reflexiono sobre  este tema tan importante  para unos y tan poco actual para otros?  Seguramente es un  atrevimiento escribir  unas líneas sobre  un asunto sobre el que  se han escrito miles de tratados. Sin  embargo, siempre hay algo original: Lo que yo –o cualquier persona- piense en estos momentos sobre Dios.

De las tres posturas tradicionales ante Dios, creyente, ateo o agnóstico,  creo que, en la que me encuentro honestamente más tranquilo en estos momentos,  es en la actitud del agnóstico. 

En  una postura atea me quedarían muchas preguntas sin respuesta: ¿La vida y su origen? ¿El amor humano y sus exigencias de transcendencia? ¿El amor de que habla Unamuno como prueba de la existencia de Dios? ¿La inquietud de muchas personas y deseo de respuestas? La certeza - no certeza-  impregna  esta opción y   la del creyente. Respeto profundamente la opción del ateo, por la autonomía humana y la inmanencia que conlleva.

La fe para el creyente es un don que se le concede. Tal vez los místicos han tenido un “inside” de la existencia de Dios. Y muchos creyentes puedan asegurar que no tienen dudas sobre la existencia de Dios. Yo me encuentro más próximo al creyente que duda, al creyente que  tiene una fe cuestionada y cuestionadora. Creo que esta fe dubitante es más rocosa que la fe del que no tiene dudas. En estos momentos, tengo la misma sensación de una decisión insostenible ante la opción del creyente como ante  la opción del ateo.

Al agnóstico se le puede acusar de descomprometido, de dubitoso,  de quedarse a mitad de camino, sin decidir, sin la valentía de optar por una vía. Ahora bien,   los humanos somos espacio-temporales y “espirituales”.  Entendemos todo con nuestros sentidos, con nuestro cuerpo y hasta las cosas más inmateriales como el amor, las ideas, los valores… se manifiestan a través de la palabra, las emociones, los sentimientos, los gestos  que necesitan de nuestro cuerpo espacio-temporal para manifestarse.  ¿Yo,  que lo entiendo  todo espacio-temporalmente, cómo voy  a entender –creer- en Dios que no es espacio-temporal? Si Dios existiera, estaría en otro plano distinto de los humanos; por eso hablar de un Dios personal me resulta sorprendente. Dios estaría en otra dimensión, a la que no podemos llegar con nuestra  espacio-temporalidad. Por tanto, no podría afirmar ni negar su existencia.

Es evidente que cada opción tiene su fuerza y su debilidad.

La fuerza del agnóstico está en “no sé”, en la inseguridad de sus creencias, en la duda que le mantiene atento. La debilidad está en no tener ninguna certeza.

 La vida del creyente es más segura, más reconfortante, porque  “hay otra vida”. No pierden el futuro, porque existe otra vida y entonces el futuro es estupendo; si Dios no existiera, estarían  ante la nada como los otros. La  debilidad es haber vivido “engañados”,  en un mundo que no era real.

 La vida  del ateo es vivir sabiendo que no existe el futuro; y vivir la vida intensamente  con esa convicción. Es, tal vez, la postura más contundente, con menos asideros para vivir.  El punto débil es que su vida es más  dura, teóricamente más desesperante, es un intervalo entre dos nadas. ¿Pasión inútil?

En mi opinión, lo importantes para todos es vivir con autonomía las propias convicciones, sin miedos estériles, ni con ilusiones falsas.

2 comentarios:

  1. Me ha interesado tu reflexión y me siento muy próximo a tus inquietudes. Por mi parte, no me considero creyente religioso; sí agnóstico, porque la ciencia impone un límite prudencial a la imaginación desbordada de la fé; y también me siento ateo, porque los excesos de las religiones deben ser contenidos y reprimidos con leyes civiles laicistas.

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  2. Gracias, José Mª, por tu comentario sincero. Cuando puedo expresar con verdad mis sentimientos más comprometidos, me siento a gusto conmigo mimo. Un abrazo

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