Nos reunimos doce; nueve habituales; dos que pueden asistir
ocasionalmente: Jaume y Emilio; uno que
asistió por primera vez: Paco Molera. ¡Bienvenidos todos!
Una tertulia de algo más de dos horas, a repartir entre doce, resulta
para el cronista muy difícil de sintetizar sin olvidar nada importante, o
menudo, pero interesante. Empezaré por lo más fácil.
Tuvimos la suerte de que la terraza de la cafetería del hotel
Wellington, en una tarde calurosa para la época del año, estuviera casi vacía;
nos permitió juntar tres o cuatro mesas, pudiendo así estar todos alrededor de
la misma mesa, y mantener varias conversaciones. De vez en cuando, un toque de
atención conseguía que declinasen las charlas que se mantenían, prestando todos
atención al demandante de la misma.
En uno de estos momentos, se entregó a Paco (Molera) un libro de
Stefan Zweig (Mendel el de los libros), en el que firmamos todos los presentes.
La dedicatoria del libro decía, creo recordar: “Recuerdo, para Francisco
Molera, de la pacomia celebrada el martes 21 de octubre, en la cafetería del
Hotel Wellington, Madrid”.
Además de recuerdos de los años en los que fuimos vestidos de negro y
con falda, primero, y de traje gris y collar después. De los años en los que
las excursiones por el monte, en el Pirineo, y a los pies de la Mujer Muerta,
conseguimos hacerlas con ropa más fresquita. Además de recuerdos de aquella
época, también rozamos la cuestión catalana, con mucho respeto a Jaume; ¿les
llamamos solo escándalos a la serie, hasta ahora ininterrumpida, de
alumbramientos de latrocinios y demás chapuzas? No se nos olvidó a algunos, cuando menos, la saga
del ébola en Madrid. Como Jaume y el relator de esta crónico somos del Barça,
conseguimos meter baza durante unos segundos.
Entre las atenciones de los camareros y las peticiones de algunos de
los presentes, bebimos algo más que en otras ocasiones, y también comimos algo
más que patatas y aceitunas.
En un final de despedidas alargadas, como si se intentase detener el
tiempo, y visitas, propias de la edad, al WC antes de volver a casa, estuvimos una
media hora. Seis decidimos irnos a cenar.
Al elegir la cena, mis cinco acompañantes se dieron por ignorantes en
estas lides, y me cargué con el mochuelo de elegir qué podían querer como
ellos. Olvidando la cerveza a modo de merienda del Wellington, encargue algo de
verdura, unas setas, y una albóndigas; de segundo, lomo de buey fileteado para
terminar de asarlo en un plato caliente, pero una sola ración para los seis.
Fue evidente que nos interesaba más charlar que comer.
La charla discurrió, sobre todo, intentando responder a Paco (Molera)
la cuestión que dejó encima de la mesa: ¿El sistema de 1978 se ha acabado? Me
confieso incapaz de resumir la conversación. Pero os lo podéis imaginar.
Si en estas imaginaciones encontráis algo interesante para ampliar o
mejorar este resumen, están los comentarios.
Me encanta sentir envidia de las pacomias y pacomieros. Disfruto viendo el gozo y los cantares-no-de-gesta sino de fiesta que os montáis, que van del júbilo de jubilantes amigos a la gastronomía y la bebida pasando por la política, la moral, la cultura..... ¡masié p'al cuerpo!.
ResponderEliminarSolo se me ocurre añadir a la cuestión que plantea Paco, lo que ha declarado Valls en Francia y que me imagino que, aunque no lo digan, es el sentimiento de lo que yo ya llamaría el PE (Psoe al que se le han ido cayendo las letras). Si aquí no se da ese paso es porque están sintiendo el acoso de Podemos.
¿Ha acabado la transición? Creo que para los jóvenes desde luego. A nosotros nos pesa lo que pudo y debió haber sido y no fue.
Al PSOE y a más de uno se le cayeron los palos del sombrajo porque no estaban bien plantados los palos; otros siguieron con lo que tenían de franquismo con una lavado de cara y no les fue mal.
Estamos donde estamos.