lunes, 8 de junio de 2015

The killer cyclists


En la visita que hice al médico especialista de neurología, le comenté que persistía la hemianopsia que me había dejado como secuela el ictus que sufriera en la visita que meses atrás hiciéramos al Museo de Hernán Cortés. Le pregunté si podría tener alguna esperanza de recuperarme y me respondió que cuando se da, suele ocurrir de forma inmediata al inicio. Le dije que aun así guardaba la ilusión de que con los cambios de presión pudiera producirse una mejora y que iba a tener la oportunidad de comprobarlo en dos días ya que iba a coger un avión para visitar Amsterdam. Con esa expectativa llevaba la sensibilidad a flor de piel mientras el aeroplano iba subiendo hasta alcanzar los 11.660 metros de altura y con una velocidad de 800 km/hora. Pero nada ocurrió con la hemianopsia por lo que la experiencia tendría que ser un ejercicio más de adaptación a las circunstancias.
Los días de Amsterdam, paseando entre canales y molinos de viento, me han dejado una impronta muy especial con los ciclistas. Nunca pude sospechar la enorme cantidad de bicicletas que hay en esta bella ciudad. Apenas hay tráfico de coches, no hay atascos, pero la circulación de bicicletas es algo tremendo, delirante. Son los dueños absolutos del hábitat. Señores de amplios carriles para su tráfico particular, invaden sin ningún tipo de pudor las supuestamente reservadas aceras de los peatones, así como las calles de cualquier índole. Son sencillas bicicletas, nada motorizadas, de piñón fijo, sin cambio de marchas. Eso sí con potentes cadenas para ser atadas a cualquier árbol, reja, baranda.
Soy ahora más cauto en cruzar una calle o semáforo y miro a uno y otro lado, consciente de no tener el control visual de una parte del lado derecho por lo que giro la cabeza más pronunciadamente para garantizarme que puedo pasar sin problemas. Pues aun así cruzando una calle con el semáforo en verde frente a la Estación Central con un numeroso grupo de personas vino a dar de bruces contra mí una ciclista, holandesa ella, que invadió el paso de cebra y con la suerte para mi persona que no me golpeó con la bicicleta sino con los generosos atributos femeninos de los que hacía gala. No hubo disculpas y se marchó tan ricamente.

2 comentarios:

  1. A pesar de esos inconvenientes en cualquier caso, Paco, reconocerás que ser atropellado por una bicicleta siempre será mucho más "agradable", en tu caso, y menos peligroso que serlo por un automóvil.

    No puedo evitar estar a favor de las bicicletas y no solo para el verano.

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  2. Paco, me alegra que convivas cada vez con más tranquilidad con tu hemianopsia (vaya palabrita). Es fundamental para ser moderadamente feliz. Fíjate los que hayan aceptado que tienen ya los 70 cumplidos y viven tan ricamente con ese dato. Un abrazo y hasta puede desaparecer la susodicha hemianopsia

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