Extracto de la entrevista Marina Garcés en Iniciativa Debate
El libro Filosofía inacabada (Galaxia
Gutenberg), que acaba de publicar, ha agotado rápidamente la primera edición.
¿A qué atribuye la buena acogida?
Creo que ha llegado en un buen
momento, en el que la filosofía despierta con necesidades nuevas, que desbordan
los marcos académicos, y es capaz de proporcionar herramientas para aprender a
mirar el mundo de otro modo, algo que necesitamos con urgencia. Mi libro aporta
la posibilidad de rebelarnos contra las narraciones del final de la historia
–también de la historia de la Filosofía– y atravesar la crisis sin autoengaños
ni falsas esperanzas. Estamos en un mundo que se agota. Por ello, necesitamos
de la potencia de inacabamiento que tiene el pensamiento. Es decir, abrir otras
posibilidades de vida. El mundo actual se acerca peligrosamente a ser
invivible. Nuestro desafío, hoy, es construir formas de vida basadas en la
cooperación, la reciprocidad y el compromiso.
¿Quién
potencia las narraciones del final de la historia?
Esas narraciones fueron promocionadas
por aquellas ideologías que querían neutralizar los deseos de transformación
revolucionaria en un horizonte caracterizado por el triunfo del capitalismo
global. El relato de la globalización, muy publicitado en los años noventa,
venía a decirnos que ya habíamos alcanzado el horizonte último de la humanidad
y que ya sólo cabía obtener y capitalizar sus beneficios. Junto a estas
narraciones, otras más sombrías hicieron suyas, también, este fin de la
historia. Son todas aquellas que nos sitúan, ya solamente, en un ruinoso
después de todos los proyectos. En un post que pretende condenarnos a una
existencia póstuma.
¿Qué
relación mantienen hoy día la política y la ética? Como sociedad, parece que
hemos aceptado que se incumplan programas electorales por sistema y que no haya
que dimitir ni asumir responsabilidades morales por casos de corrupción.
La política y la ética, como ya
sabían muy bien los griegos que inventaron estas palabras, se continúan:
nuestros modos de vivir (ethos) determinan la manera como tomamos decisiones
colectivas para la ciudad (polis). Pero la modernidad separó tajantemente la
vida privada de la vida pública, el hombre privado del hombre público y, por
tanto, la ética y la política. Tenemos que cuestionar radicalmente esta
separación. No es una cuestión de coherencia, como se dice ahora. Es una
cuestión de justicia. No podemos ser políticamente justos sin ser éticamente
honestos.
"Junto a estas narraciones, otras más sombrías hicieron suyas, también, este fin de la historia. Son todas aquellas que nos sitúan, ya solamente, en un ruinoso después de todos los proyectos. En un post que pretende condenarnos a una existencia póstuma"
ResponderEliminarComo siempre, la vida no se deja matar por los criminales ni por los suicidas. Es el fundamento de nuestra esperanza.
Superado -toquemos madera!- el miedo nuclear de los setenta enfrentamos al parecer un nuevo reto, el miedo al miedo. Pero si sabemos encarar este como un sentimiento natural de la vida, podemos ponerlo a nuestro servicio para crear nuevos y apasionantes espacios de vida. De una vida mejor y más esperanzada.
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