Estuvimos ayer por la tarde tomando un café en el Gijón. No había sitio dentro, y nos quedamos en la terraza cerrada. Cuando fui al WC, miré a las ventanas del local; me paré, porque vi a un personaje, al que la distancia me impedía distinguir, sentado en la mesa de la última ventana. Estaba escribiendo; seguro. No me atreví a acercarme para dar unos golpes en el cristal y desvelar al escritor del Café Gijón. No me atreví, sin dudar, porque prefiero ignorar quién es el que de vez en cuando deja algún mensaje para quien lo recoge, y lo, o los, compartimos en JubJub.
El camarero amigo del Gijón se ha puesto en contacto conmigo y me pide diga al Señor Eduardo que ha visto hoy al escritor desconocido. Estaba muy contento con su entrada de JubJub. Ha empezado a ir al Café hace solamente unos días, después de una ausencia casi de un mes. Especialmente contento que el Señor Eduardo prefiera ignorar quién es él. También prefiere y le gusta más un cierto misterio que la trasparencia. Necesaria, dice, en la contabilidad, especialmente de los dineros públicos, pero un grave error de lesa humanidad (sic y lo dice muy seriamente) en la vida, donde la trasparencia termina matando el misterio que toda persona necesita. Eso dice. Yo me limito a copiar.
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