Polícromas, cegadoras las escasas imágenes.
Desconocidos me introducen en un vehículo. Recuerdos fugaces y rápidos de aeropuertos. Intento resistirme cuando me meten en ese helicóptero fantasmal del que percibo el zumbido de sus rotores, las oscilaciones de su vuelo sostenido.
Me sabe la boca a ese ozono que deja el rayo cercano cuando me miro a mí mismo desnudo. Abandonado en medio de la nada; anudándome a modo de pareo esa prenda que me arrojan antes de alejarse y en la que puedo leer esa palabra.
Y sí, me cuesta vencer el pudor de formular a otros esa interpretación que he venido urdiendo de la ya extraña, persistente fantasía.
Que en sus orígenes remotos quizá fuera solo un sueño: el recuerdo -y con el hilo de una duda mal hilvanado- de una pesadilla quizá.
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