domingo, 12 de marzo de 2017

Una salida para mi soliloquio.

Andaba yo pensando que el código penal de España se iba pareciendo más a un código moral. Andaba yo pensando, en una especie de soliloquio del que no me atrevía a dejar salir ni una palabra, que el código penal de España se iba pareciendo a un libro sobre la psicología de los sentimientos. Andaba yo pensando y retorciendo dentro de mi un soliloquio, del que no me atrevía ni a pensar si era moral, por miedo a que me pillaran las ruedas de la justicia, endilgándome el delito de odiar, no voy a decir a quién o a quiénes; solo de odiar, porque a "incitar al odio" no me he atrevido todavía. 

A lo que venía. Acabo de leer un artículo en El País de hoy, domingo que me ha ayudado a romper mi soliloquio. No conozco la ideología del abogado Ruiz Soroa, ni la  he buscado, pero, salvo que alguien me saque de mi error, estoy de acuerdo en que el Código Penal de España no penalice sentimientos, ni siquiera discursos que inciten al odio, porque este código debe penalizar conductas. 

Me puedo esperar que este artículo viene, o pretende, a justificar el autobús naranja y su mensaje contra opciones sexuales/género que no sean las de hombre y mujer de nacimiento. Si es así, no me subo, o sumo, al autobús de marras ni a sus mensajes entendidos y sobreentendidos. Pero mi incomodidad con el delito de odio y/o de incitación al odio, seguirá existiendo; porque los humanos tenemos otros muchos sentimientos que son opción de convertirse en delitos; por ejemplo, el sentimiento de venganza, porque si llega a la acción puede, incluso causar la muerte de uno o muchos; por ejemplo, el sentimiento de envidia, porque puede llevar a la acción de robar para llegar la igualdad por la vía rápida; por ejemplo, el sentimiento de amor sexual desenfrenado, porque puede llevar a la violación. En fin, que eso de meterse en el mundo de los sentimientos es tan complejo que, más de un siglo después de Froid y todos sus seguidores, que, tras medio siglo de investigaciones neurológicas, todavía dan que hablar. Si, además, pueden ser delito, ¡vaya UD. a saber!!!!!!!!!!

3 comentarios:

  1. Escuché hace tiempo ya que el número de comunicaciones internas en un organismo o empresa aumenta en la misma medida que decrece el buen ambiente y la comunicación oral. También que en Gran Bretaña hay poco o nada de código civil escrito, que son los jueces quienes dictaminan a su criterio propio y/o siguiendo jurisprudencia.

    La ley no puede ser, creo, como la tabla de logaritmos neperianos, que entras la variable y te da el logaritmo correspondiente. Y punto. Salomón siempre imprescindible, me parece. El odio está vivo como siempre, si pasa a la amenaza -sobre todo ante terceros- o al acto ahí mismo le cae la justicia encima por los daños.

    En qué lío te ha metido, Eduardo, jaja

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  2. Eduardo, coincido en que penalizar el sentimiento del odio no es correcto, porque los sentimientos son de cada uno. "No penalizar ni siquiera discursos que inciten al odio" es distinto, porque los discursos son públicos en periódicos, conferencias... y son conductas. Coincido en distinguir bien entre opinión privada y conductas públicas que afectan a otros. Ala, Amador

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  3. Esto de la moral.... cuando se sale del entorno de la propia conciencia..... intentar hacerla "pública"..... es problemático. Y sin embargo por el hecho de sentir la obligación moral.... de alguna forma hace surgir el sentimiento de que "debería ser así para todo el mundo" como pretendía Kant. ¡joé! ¡qué lío!

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