Lo puedo hacer muy largo, o breve. Tal como parece que están las cosas, y ante la necedad de Monseñor Sistach en El Objetivo del domingo pasado, la jerarquía eclesiástica podría proponer las rogativas para pedir empleo al cielo, y procesiones de flagelantes para pedir perdón al pueblo que no tiene culpa de nada. San Abdón y San Senén nunca han parado el pedrisco, las procesiones de flagelantes nunca pararon la peste negra. Nunca se sabe; a lo mejor esta vez el cielo envía trabajo, no sé cuál, y mete en vereda a los ladrones sociales. Porque lo de Caritas es gracias a las subvenciones del estado, que pagamos entre todos, no a las donaciones de los eclesiásticos ni del Vaticano, y a la solidaridad de los paisanos; y no está mal, pero que no se lo apunte la religión, sino las personas solidarias.
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