domingo, 21 de septiembre de 2014

Fenomenología del sexto sueño.


Fenomenología del sexto sueño.

1. Encuadre y encaje.

1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por ley.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
(Constitución española de 1978. Art. 16).

La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.
(Constitución Española de 1812. Art. 12).

“En 1776, Madison y Jefferson consiguieron separar la iglesia anglicana del estado de Virginia. La Iglesia dejó de percibir apoyo económico del erario público y fue privada de sus estatus oficial. En 1784, el clero intentó recuperar el terreno perdido con el apoyo de Patrick Henry y George Washington a través de un bill establishing a provision for teachers of de the Christian religión (proyecto de ley para establecer una provisión para los maestros de religión cristiana), que ya había existido antes. Madison escribe su Memorial, y la ley que pretendía reintroducir el apoyo estatal a la Iglesia no fue aprobada. Lo que la asamblea legislativa sí hizo fue aprobar el Acta de libertad religiosa de Jefferson (Religious Freedon Act). De esta manera, se aseguró la separación de Iglesia y Estado en Virginia. Posteriormente, este principio sería añadido a la Constitución en la forma de primera enmienda (*)
(CLITEUR, Paul, Esperanto moral. Por una ética laica, Los libros del lince s.l., Barcelona, 2009, pág. 232).

(*)El Congreso no hará ley alguna por la que se adopte una religión como oficial del estado, o prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al gobierno la reparación de agravios.

2. Fenomenología del sueño.

En la elipse del Oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, foro en el que fue aprobada la Constitución española de 1812,  el viernes 18 de septiembre de 2014, a media mañana. Silencio; porque no había más visitantes; porque ni el audio ni el audiovisual estaban conectados. Cerré los ojos, y soñé.

Oía, en sueños, el parloteo de los diputados en las Cortes de Cádiz, y repasaba el texto que iba a aprobarse en breve. Consciente de que estaba en una iglesia católica, leí con claridad el artículo doce del texto. La revolución no tenía que ver con un avance laico de la política, y sí con la aspiración de los diputados de tener un texto legal que amparase a todas las Españas.
Ciento sesenta y seis años después, otros diputados a Cortes, en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo, aprobaron la Constitución de 1978, en la que la Iglesia Católica, en un estado declarado aconfesional, por causas sociológicas (?) recibía un reconocimiento constitucional que, como mínimo, empaña la proclamada aconfesionalidad del Estado.

En sueños, libre del tiempo y del espacio que delimitan el proceso histórico, rememoré la huida desde Inglaterra a Nueva Inglaterra de los perseguidos por causa de su religión.

Tres escenarios que, en sueños, vi a la vez, sin la sucesión que la narración exige. Tres escenarios en los que la religión está en primer plano. Tres escenarios soportados en el entramado que vivimos en nuestra realidad: aconfesionalidad más que dudosa (los hechos lo atestiguan), la moral pública determinada (o eso se pretende) por las creencias religiosas, y los defensores de la separación entre Estado y Religión pisoteados por unos acuerdos anteriores a la propia constitución vigente.

En mi sueño también vi pasar palabras como laïcité. Pero ni por asomo vi la palabra ateísmo. No soñé con un estado ateo, sino con un estado laico, aconfesional, que da ejemplo a sus ciudadanos justificando sus decisiones en una moral, o ética si se prefiere, civil. La moral religiosa siempre se fundamenta en la existencia de dios o de dioses; la moral ciudadana, civil, o laica, se fundamenta en la existencia del “otro”,  en los derechos individuales, políticos, económicos y sociales de los ciudadanos.

El clamor de los debates de los tres escenarios sí lo oyeron mis visiones oníricas. Cuando abrí los ojos no vi a la Inmaculada de Murillo, sino a la representación femenina de la república enarbolando la bandera de la real aconfesionalidad, que deja, por definición, a cada ciudadano la libertad de creer en uno o más dioses, en brujas, duendes, elfos hadas, sirenas, en el amor, o en lo que sea. Una república que no inicia guerras de ningún tipo, y menos apoyándose en mensajes que dicen haber recibidos de Otro, como Moisés, Josué, y todos los que posteriormente han defendido la guerra, la agresión, el asesinato, para cumplir la palabra que dicen que han recibido desde el más allá. ¿Y los testigos de estos mensajes divinos?

3. Interpretación del sueño.

No recuerdo ninguna ocasión anterior a la descrita en la que haya vivido con más intensidad la necesidad de que el Estado nunca tolere fundar su razón en la religión. Nos indignamos hoy porque se dicte una orden universal para que quien quiera y pueda asesine a un escritor; no olvidemos que el rey católico, Felipe II, dictó una orden de asesinato contra Guillermo de Orange. ¿Cuántas guerras de “religión” ha sufrido la humanidad? Y eso que las religiones defienden la paz.

(Releido este texto, me parece oportuno añadir un dato. siendo el día 27.09.2014: Guillermo de Orange fue asesinado, cumpliendo la fatua de Felipe II, rey de las Españas, la tarde del 10 de julio de 1584 por Balthasar Gérard.)




2 comentarios:

  1. Qué intensas y esclarecedoras tus visiones, Eduardo: las religiones defienden la paz que les conviene a ellas o en lo que ellas creen que es la paz. Lee —aunque te reconozco muy bien informado ya— la descripción de lo que ve otro visionario hoy en distinto escenario onírico:

    “… si podéis matar a un no creyente americano o europeo -en particular a los malvados y sucios franceses-, o a un australiano o a un canadiense o a cualquier ciudadano de países que formen parte de la coalición contra el Estado Islámico, contáis con Alá y lo podéis hacer de cualquier manera: estrangulando, degollando o envenenando” (Abu Mohamed al Adnani, portavoz del EI).

    “Es contradictorio, peligroso y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros”, A. Pz. Reverte.

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  2. Tras disfrutar de los sueños de Eduardo y el comentario de Amador me viene a la memoria el sueño de un inspirado Erasmo y su "Elogio de la locura". Curiosamente este libro Erasmo se lo dedica a su amigoTomás Moro.

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Gracias por opinar.