El País 26 de abril 2018
Por Rebeca Gimeno
La gente no suele
saber cómo funciona la economía... y tampoco sabe que no lo sabe. El ejemplo
más de actualidad son los pensionistas. pasen y vean.
Y si los pensionistas
no tienen razón... ¿quién se lo dice? Son muchos los jubilados que hablan de
“derechos adquiridos” tras años de trabajo y están convencidos de que sus
cotizaciones les pertenecen. Los políticos y los expertos no les explican que
un sistema de reparto como el nuestro no funciona así. Las pensiones se
financian sobre la marcha. Los trabajadores de hoy pagan a los pensionistas de
hoy; Eso es un pacto entre generaciones no un cerdito guardado en alguna parte
con nuestro nombre en él.
“La mayoría de la
gente no sabe cómo funciona el sistema”, confirma el sociólogo Juan J.
Fernández que ahora mismo está dirigiendo un experimento al respecto junto a
otros cuatro profesores. “Lo que también estamos viendo es que existe bastante
alarma social sobre las pensiones”, añade. Según la también socióloga Elisa
Chuliá, “el debate de las pensiones está muy marcado por percepciones que no se
corresponden con la realidad. La gente no sabe lo que cotiza y los pensionistas
creen que recuperan menos de lo que aportaron. Eso no es verdad.”
Los estudios de campo
que se han llevado a cabo demuestran que la idea de “derecho adquirido” está
muy arraigada en la ciudadanía de los países con un sistema de reparto. Para
algunos economistas está muy claro: la forma que tienen los jubilados de
interpretar la realidad es “previsiblemente irracional”.
Los
políticos también son conscientes de este factor y lo explotan. “Los sistemas
de reparto fomentan implícitamente que los gobiernos se muestren bastante más
generosos con los trabajadores más mayores o jubilados a costa de los más
jóvenes y las generaciones futuras”, sostiene la economista italiana Elsa
Fornero. El envejecimiento de la población y el aumento de la edad
media del votante “refuerza este mecanismo”.
Así que el debate es
complicado de plantear porque es bastante probable que la gente no lo entienda.
“La información que necesitas para entender el problema no la tienes”, opina
Chuliá. “El debate público se atasca y se enmascaran los objetivos a medio y
largo plazo”, según Fornero.
Es posible que si se
explicara bien que las reformas de hoy tendrán su recompensa en el futuro la
ciudadanía las aceptara mejor. “¿Cómo se puede convencer a la opinión pública
de que las reformas que implican sacrificios no son una opción sino una
necesidad?”, se pregunta Fornero. La respuesta no puede venir de los políticos
sino de una “convicción personal de los ciudadanos”. Y eso solo se consigue si
tiene información y una educación financiera y económica.
La gente normal no
entiende la economía, pero no lo sabe
Ya sabemos que a las
personas normales no se les da muy bien gestionar su dinero. La crisis está
llena de ejemplos de malas decisiones. No es muy aventurado pronosticar que
pocos sabrían calcular una rentabilidad compuesta, por ejemplo. Ahí están los niveles de educación
financiera. Pero con los conceptos económicos parece que ocurre
algo curioso: la gente cree que sabe más de lo que realmente entiende.
“¿Qué pasará con los
salarios si sube el PIB?” Un público no experto contestó a
preguntas de este tipo en otro estudio y sólo un uno de cada
cuatro marcó la casilla de “no lo sé”. ¿De dónde venía ese exceso de confianza?
La pista surgió al analizar las respuestas. Los investigadores se dieron cuenta
de que si dos variables (A y B) pertenecían al mismo grupo (bueno o malo), la
gente concluía que un incremento de A provocaría un aumento en B, y al
contrario en caso de caída. A esta heurística se le llamó “la regla de lo bueno
causa bueno” y es una muestra de la tendencia al razonamiento bipolar de las
personas. “Explica por qué la gente se muestra tan segura al contestar y también
el patrón en sus respuestas. Desafortunadamente, esta regla dista mucho de ser
válida en la economía”, según David Leiser y Zeev Kril. Estos dos profesores han hecho una
recopilación de los estudios que han analizado la cuestión de cómo la gente
normal entiende la economía.
Los análisis han
detectado otro error bastante típico entre el público no experto: la tendencia
a pensar que detrás de todo hay un propósito. “La intencionalidad es el modo
por defecto de la causalidad”. Cuando a la gente se le preguntaba por el origen
de la reciente crisis las respuestas tendían a atribuir la responsabilidad a
fallos morales y no tanto un sistema capitalista que funcionaba mal o estaba
condenado a caer.
Por qué es difícil la
economía
Nadie puede decir que
en la crisis no pusiera al descubierto fallos morales pero ¿fue el único error?
La economía es un sistema causal complejo y al público no experto no se le da
muy bien combinar estas relaciones. “Las personas se entienden entre ellas, son
capaces de comprender sus motivaciones y acciones pero no están tan bien
dotadas para lidiar con los efectos agregados de las decisiones individuales de
muchos. Por lo tanto, el tipo de causalidad que aplica la teoría económica no
es intuitivo”, explican Leiser y Kril.
Pero vivimos rodeados
de noticias económicas. En la prensa a diario se habla de si es un buen momento
para comprar una casa, de la bajada de tipos de interés o de si es posible
revalorizar las pensiones con el IPC. Se espera que la gente comprenda todo
esto, argumentan los autores.
“Ante la expectativa
de que tienen que entender los asuntos económicos, el público no experto
tratará de encontrarles sentido. Sin una formación previa tratarán de asimilarlo
de alguna manera”. La heurística de lo “bueno causa bueno” es un ejemplo de
ello.
Este limitado
entendimiento (consciente e inconsciente) condiciona las decisiones de las
personas e influye directamente en las políticas. “Un gobierno dudará en
proponer una medida, aunque crea que es la mejor, si sabe que la ciudadanía no
va a entender su racionalidad o necesidad”.
Imagen a un ingeniero
con una pizarra explicando al público general por qué el puente que ha diseñado
no se va a caer. Sin una base de física, materiales y cálculo será complicado
seguirle, por muy didáctico que sea. Ahora piensen en un economista haciendo lo
mismo con las pensiones. Aunque la audiencia no tenga una formación mínima se
espera que termine entendiéndolo. Pero, ¿verdad que nadie cuenta con que
comprendamos al ingeniero?
Podríamos empezar por
los cimientos. ¿Cómo se pagan las pensiones? No, no depende del humor con el
que se levante el presidente de gobierno de turno.
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