Os cuento un caso real de cómo, a veces, funciona nuestra administración. Cambiaré algunos matices para no poner nombres y apellidos.
En un negociado cuyo cometido es proporcionar una serie de servicios a los funcionarios que lo soliciten para que así puedan acreditar su conocimiento y capacitación en la utilización de los mismos y de esta manera tengan opciones en sus mejoras económicas y de oportunidad, el gran jefe, que a su vez tiene la recomendación de reducir los costos del negociado, tiene la luminosa idea de, por supuesto, seguir ofreciendo los servicios de su cometido, pero con una pequeña artimaña consigue que el colectivo de los posibles funcionarios afectados no se enteren de la oferta de tales servicios. Por supuesto se cumple con la legalidad colgando la información en la web, pero no se facilitan los pasos que permitan que la información llegue a los afectados.
Los resultados son que el negociado cumple con el 100% de la oferta de los servicios, que las partidas económicas tienen un importante excedente porque los costosos servicios apenas se han proporcionado en un 20% por falta de solicitudes y que los afectados no pueden reclamar porque se ha cumplido la legalidad vigente.
Lógicamente el gran jefe, a quien le ha importado un pepino que los afectados hayan quedado sin los servicios, es ascendido por su magnífica gestión, ha cumplido con el expediente y ha conseguido superavit. Todo un éxito.
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