lunes, 13 de febrero de 2012

EL EDICTO DE NANTES Y LA MEMORIA HISTÓRICA

No es nada gratificante la experiencia que personalmente he tenido con la justicia. La lentitud en dictar una sentencia, que se demoró más de dos años, me perjudicó en unos daños de lucro cesante de muy difícil cuantificación por su magnitud. Se me asesoró que mi único camino era demandar a la propia justicia, pero a sabiendas de la brevedad de la vida y de lo costoso del proceso consideré que era mejor olvidarme del asunto.
Otra experiencia me llevó a parecida conclusión. Había tenido un juicio por lo laboral, con sentencia que me era favorable e indemnizatoria. Pero llevé a cabo una segunda demanda por lo civil. Dictada igualmente la sentencia a mi favor, el acusado elevó a instancia superior el recurso y el magistrado de turno, no dando lugar a nuevo recurso, se limitó a decir que el caso era materia ya juzgada. No era así. Eran las mismas personas, pero diferentes motivos y cantidades económicas.
Reclamar justicia lleva mucho tiempo y esfuerzo. Ha sido cuando más he evidenciado la incompetencia de los procedimientos, sacando la conclusión de que lo que se juzga no es lo que “ha ocurrido” sino lo que allí se cuenta, según unas muy determinadas reglas de juego.
A propósito de los procedimientos con que el Sr. Garzón ha administrado la justicia y la sentencia del TSJ veo cómo se decantan las opiniones y las filias y las fobias que se despiertan. Me apunto a decir con A. Manzoni, I promessi sposi, cap.I que “la razón y la sinrazón no pueden separarse nunca con un corte tan limpio que cada parte no contenga nada de la otra”.  En ese paquete hay que considerar las afinidades políticas, las posibles revanchas, los valores. “No se puede usted imaginar lo que somos capaces de hacer con la justicia” llegó a amenazarme el portavoz de un prestigioso despacho de abogados. Estoy de acuerdo con Platón: φημὶ γὰρ ἐγὼ εἰ̂ναι τὸ δίκαιον οὐκ ἄλλο τι ἢ τὸ του̂ κρείττονος συμφέρον. “ Entonces te digo que la justicia no es otra cosa sino la ventaja del más fuerte". República, lib. I, sec 338. Pero reconozco que nuestra sociedad se hace eco de la terrible advertencia del TALMUD “¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados! Ruht rabbá, I.
Estando en estas reflexiones me ha hecho llegar un amigo mío un artículo sobre “El edicto de Nantes y la Memoria Histórica”, que no está firmado y que no he conseguido saber la autoría, pero que os lo adjunto a vuestra consideración por lo ilustrativo que resulta.

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