Todo lo contrario del clima socio-político en el que vivimos. Conversaciones tranquilas y reposadas, con cabeza y sensatez. Debió ser así porque la presión pública está acostumbrándose a que todos los días se alimente a este monstruo con más carne, con más noticias escandalosas y descoyuntadoras, y la pacomia de ayer, distinta a todas y cada de las anteriores, como ha venido siendo habitual, fue un remanso de paz. Por ese camino, y porque Ernesto llegó unos minutos, el confesaba que quince, antes de las 18:30, nos pudimos sentar en el mirador del piso de arriba, cumpliéndose para algunos, ignoro cuántos, el deseo de vernos sentados en el dicho mirador; vana esperanza, porque no vimos nada que no hubiéramos visto ya a lo largo de los más de seis años de vida de esta tertulia.
Como coda a este resumen, puedo añadir que, incluso, destilamos un poco más de ironía y bonhomía que otras ocasiones. De lo hablado, pues lo esperado por cualquiera que una media hora antes saliera de su sillón camino de la cafetería del hotel Wellington.
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