Pues resulta que ayer estuve en la ópera, Moses y Aron, y me encontré con lo que veis. El pueblo israelita se entregó a los ídolos y al desenfreno. El becerro se transmutó en toro de la raza charolés y el desenfreno en una mujer desnuda. El toro permaneció impasible a pesar de los atributos que le cuelgan. El único movimiento percibido fue un lento vaivén de su cola trasera. Los israelitas ofrecen el presente de la mujer al toro y este ni se inmuta. Y el público, perplejo, como yo.
No he tenido más remedio que contarlo.
Man.
La escena no siempre permite aquello que, en teoría, puede ser una idea brillante, si pretendía resumir en una imagen simplificada, no una juerga, sino la vuelta a los ídolos. Supongo que sabes, Man, que el charolés llevaba seis meses asistiendo a los ensayos. La mujer desnuda, no lo sé.
ResponderEliminarGracias, Man, por compartir tu perplejidad...
ResponderEliminarY la mujer, también perpleja o angustiada y con miedo?