jueves, 2 de junio de 2016

Pues resulta que ayer estuve en la ópera, Moses y Aron, y me encontré con lo que veis. El pueblo israelita se entregó a los ídolos y al desenfreno. El becerro se transmutó en toro de la raza charolés y el desenfreno en una mujer desnuda. El toro permaneció impasible a pesar de los atributos que le cuelgan. El único movimiento percibido fue un lento vaivén de su cola trasera. Los israelitas ofrecen el presente de la mujer al toro y este ni se inmuta. Y el público, perplejo, como yo.

No he tenido más remedio que contarlo.
Man.  

2 comentarios:

  1. La escena no siempre permite aquello que, en teoría, puede ser una idea brillante, si pretendía resumir en una imagen simplificada, no una juerga, sino la vuelta a los ídolos. Supongo que sabes, Man, que el charolés llevaba seis meses asistiendo a los ensayos. La mujer desnuda, no lo sé.

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  2. Gracias, Man, por compartir tu perplejidad...
    Y la mujer, también perpleja o angustiada y con miedo?

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