viernes, 10 de noviembre de 2017

Fenomenología del vigésimo primer sueño.

1.    Encuadre y encaje.

Hace unas semanas concurrió el aniversario de la primera vez que me fumé el último cigarrillo. Fue en 1961, octubre. Me lo recordó mi (porque nos los fumamos juntos, con la conciencia, según recuerda él, de que cerrábamos una etapa de la nuestra vida) amigo. Las demás circunstancias no vienen al caso.

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EDUARDO FERRER

2 comentarios:

  1. Al leer tu entrada, me ha venido a la memoria esta respuesta de mi paisano Corpus Barga sobre el hombre libre

    "- Vd. se establece en París a los 23 años. ¿Qué encuentra en París que no pudo encontrar
    en Madrid?
    - Sin lugar a dudas, muchas cosas. Pero quizá lo más importante para mí, fue el encuentro
    con el hombre libre. Para ser un hombre libre en el París de aquella época, no hacía falta
    nada más que una cosa tan sencilla como difícil: serlo. El hombre que no quería someterse
    a las convenciones, ni siquiera a las normas sociales, el hombre que sólo quería contar
    consigo mismo, por escasos que fuesen sus medios materiales o por modesto que fuese su
    oficio. Este hombre constituía el público inteligente y vigilante, es decir exigente,
    insobornable que mantenía el alto nivel en todas las producciones del espíritu"

    Sobre la humillación, qué gran verdad dices: "Una sociedad que no humilla a sus ciudadanos"
    Un profundo sentimiento de frarternidad, una memoria generosa y no usurera son tan necesarios para la convivencia como el aire que respiramos.
    Enhorabuena por esta entrada!!

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  2. Tres. No olvidarlo todo, y menos la amistad; ir dejando en la cuneta los prejuicios; llegar a ser libre incluso de las propias ataduras.
    Poder vivir en una sociedad cuyas instituciones no humillan al ciudadano ni cuando le obliga a cumplir las encorsetadas normas que nos permiten vivir y convivir.
    Resumo mis sueños, porque creo que lo que más me ha incomodado de la actuación judicial de Maza y Lamela es que he percibido algo parecido, por lo menos, a:"Se van a enterar estos ahora que caen en mis manos". No es posible una sociedad avanzada sin instituciones y leyes (como sueñan los anarquistas), y tampoco es posible concebir un estado con instituciones y leyes que nunca pisan a ningún ciudadano. En el hueco que queda entre ambos extremos, puede cabe una sociedad que no humilla a sus ciudadanos.
    Un ciudadano libre y no humillado está preparado para no dejarse sojuzgar y para ser capaz de crear.

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