A Belmonte se le atribuye aquella famosa anécdota que cuenta que se hallaba el «Pasmo de Triana» presenciando una corrida de toros situado en la plaza junto al palco de la presidencia, el señor presidente de vez en cuando se dirigía a él y lo saludaba cortésmente «Buenas tardes don Juan», «me alegro de verle bueno, don Juan». El acompañante del diestro en un momento determinado le preguntó de qué lo conocía pues se dirigía a él con tanto respeto, admiración y cariño. Belmonte le contestó que se trataba del señor Gobernador de la provincia y que ejercía también como presidente de la Plaza de toros. Le contó que le conoció hacía ya algunos años pues no en vano le acompañó algunas tardes como banderillero de su cuadrilla. El amigo quedó sorprendido al conocer que había sido parte de su cuadrilla y ahora era el excelentísimo Señor Gobernador, mientras transcurría la tarde le volvió a preguntar:«maestro,... ¿y cómo se puede ser banderillero y ... llegar a ser Gobernador civil?». Belmonte lo miró con una sonrisa un tanto burlona y con esa socarronería que le caracterizaba, le contestó, «pues degenerando, amigo, degenerando...».
Pues a conjugar el verbo degenerar:
Yo degenero
tú degeneras
él degenera
nosotros degeneramos
vosotros degeneráis
ellos degeneran...
Puesto que tan poco lo hice en el pasado -ay, mísero de mí, ay, infelice!- en adelante: a degeneraaar ...Y recuperando el tiempo perdido:
ResponderEliminarA beber, a beber, a apurar
las copas de licor,
que el vino hará olvidar
las penas del amor.
Hip, hip ... hurra! Hip, hip ... hurra! Hip, hip ... hurra!