Y, luego, estaba Europa. Después de la guerra, había dos actitudes. La de Jankélévitch: culpabilidad ontológica de Alemania; corrupción definitiva de su lengua por las huestes hitlerianas; juramento de no volver a tener nada que ver ni con esa lengua ni con ese pueblo. Y la de Simone Veil: no hay culpabilidad colectiva; el alemán es la lengua del nazismo pero también del antinazismo; es posible levantar una Europa cuyos pilares serán, precisamente, esa Francia y esa Alemania que guardan luto por sus fantasmas" B-H Lévy
Blog de quienes, jubilados, tienen el júbilo suficiente para charlar sobre lo que les viene en gana.
domingo, 9 de julio de 2017
Simone Veil
"Nada la enojaba más que escuchar una y otra vez: “La Shoá es inenarrable y por eso los supervivientes, cuando regresaron, se encerraron en el silencio”. “Pues no”, tronaba ella. Ellos no pedían otra cosa que hablar. Era el mundo el que no quería escuchar. Y al contrario que el tópico que pretende que en el principio era la memoria y que esta fue reemplazada poco a poco por el olvido, ella pensaba que, para la generación de los campos, primero fue el olvido y la memoria tuvo que construirse paso a paso e imponerse a la banalización y a la negación.
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Qué gran europea, Simone. Y qué impresionante nuestra historia. Acabamos de mantener precisamente una conversación doméstica de sobremesa hoy acerca de de la IIGM y esos campos de que hablaba en el texto que citas. Pues sí, así somos esta especie humana, capaz de lo mejor y de lo peor, que lucha por vivir el día a día rehuyendo la heroicidad -o algo tan simple como la verdad desnuda- por temor a verle los ojos a Leviatán.
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