miércoles, 18 de septiembre de 2013

Banalidad del mal

Me preocupa considerablemente que las personas, teniendo las mismas fuentes de información, saquen conclusiones diferentes de los mismos hechos. ¿Cómo ponernos, entonces, de acuerdo? ¿Qué hay en la condición humana que sea firme, seguro, irrevocable? Que es de día cuando es de día y de noche cuando sea de noche y poco más. Qué sea verdad y qué no lo sea es un tema pendiente de discernir. Qué justo y qué injusto es mucho más relativo. No tengo la vivencia de que exista un imperativo categórico, común denominador, de la humanidad. La historia de la humanidad, la historia de las religiones es un claro exponente de lo relativo de este tema.
¿Se puede ser malo por antonomasia? Ni siquiera en las películas tiene mucha credibilidad semejante perfil. ¿Y bueno?, ¿se puede ser bueno por definición? Pues depende de la cultura, de la religión, de la época en que toca vivir...
Cuando dejé la Compañía de Jesús en 1968 me fui a Günzburg (Baviera) para mejorar el alemán que durante dos años había estado aprendiendo por mi cuenta. Hice un interminable viaje en autobús con apenas el dinero del billete. Mi suerte fue que el compañero de asiento era un gallego cincuentón que iba bien provisto de vianda con un magnífico jamón del que tuvimos que dar buena cuenta porque habían avisado que por problemas de triquinosis no se podría cruzar la frontera de Alemania con el jamón. Así que tuve que ayudarle a comerlo durante el trayecto. Hicimos noche en Lyon y recuerdo que descubriendo la nocturna y vieja ciudad entré en un bar. De pronto me llamaron por mi nombre y me encontré con Fonfo Camacho, que también iba para Alemania porque lo habían destinado por motivo de estudios.
Estuve un par de meses en aquella ciudad de Günzburg donde naciera Josef Mengele y en la que estaba asentada dicha acaudalada e industrial familia. Este hombre tan unido al problema del mal, según una amplia opinión social, sobre todo, por sus experimentos sobre la eugenesia llevados a cabo en Auschwitz-Birkenau, curiosamente parece ser que en 1940 iba a haber sido propuesto para la nominación del Nobel de medicina por sus estudios sobre el ADN, demostrando que el código genético se encuentra en cada célula. Años después, he tenido también la oportunidad de visitar el silencioso, espectacular e impresionante campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz, con motivo de un viaje a Polonia. No consiguieron apresar a Mengele, quien, por lo visto, murió ahogado (no sabía nadar) de una forma accidental a los 68 años en una playa de Brasil. Sí lo hicieron con Eichman, que había escapado del juicio de Nuremberg y al que condenaron a la horca tras el juicio de Jerusalem.
La película de Hannah Arendt ha actualizado este tema y nos invita a una muy buena reflexión sobre lo que ella llama "la banalidad del mal". Por extensión a nuestros días, nos hace caer en la cuenta de las terribles consecuencias a que se puede llegar cuando los avatares de la vida llegan a despersonalizar, a actuar sin criterio propio. Presupongo que la ciega actitud del funcionario Eichman en el cumplimiento de su deber lo lleva a colaborar activamente en el holocausto, pero lo que personalmente más me sobrecoge es que, hoy en día, nuestros diputados aprieten un botón aprobando  una ley despenalizando el aborto y, supongo que algunos de los sometidos a la disciplina del voto que no estuvieran de acuerdo, condenaban no un culpable Eichman, sino a cientos de miles por no decir millones de seres inocentes a los que no se les da la oportunidad de vivir.
Esa inconsciencia de la responsabilidad en el quehacer diario, me hace recordar la obra de Arthur Miller "Todos eran mis hijos", y es que a veces la vida nos devuelve espantosos fantasmas (o no tan fantasmas) de acciones que pueden parecer livianas con consecuencias tan trágicas que dejan relativizado el holocausto.
A veces me pongo a pensar en acciones livianas con graves resultados. Por ejemplo aparcar el coche en segunda fila provocando un atasco que a su vez impide que un abogado llegue a tiempo a una citación judicial. Se pierde el juicio por falta de comparecencia. Hecho real.
Un testigo no comparece a una citación judicial por considerarla irrelevante. Se demora la sentencia y cuando llega el fallo a los dos años, se ha perdido un lucro cesante, irrecuperable. La solución que se propone es demandar al Ministerio de Justicia de algo cuya recuperación
económica no se puede demostrar. Hecho real.
Si repasamos nuestras vidas, posiblemente nos tropecemos con situaciones de este talante. Eso cuando hemos sido conscientes de ello...
Se anda hurgando en estos días responsabilidades de la tragedia ocurrida con el AVE en la ciudad de Santiago ¿El maquinista que no controla la velocidad?, ¿el interventor que llama por el móvil?, ¿los ingenieros que no diseñaron la curva con la suficiente amplitud para soportar la velocidad en ese tramo del recorrido?, ¿el político que mandó adelantar las obras para hacer él la inauguración?, ¿el financiero que escatimó la inversión por falta de recursos económicos?... Decenas de personas a las que nadie quiso ver morir, dejaron sus vidas sin que podamos ver a un "malo" a quien cargar con esa culpa.

De las Páginas de mis recuerdos.


2 comentarios:

  1. Como dijo aquí no ha mucho un cierto sabio: "La honradez es difícil de encontrar, hasta en acertijo.." O como le oía con frecuencia a mi abuela: entre todos la mataron y ella sola se murió.

    Con menudo asunto se descuelga Paco Luna. A mí desborda. Y Mariano Solís a por uvas. Mariano, ¿andas por ahí? HELP !!!

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  2. En el juicio a Eichman, quizás lo más sorprendente para Hannah Arent fue comprobar la mediocridad del personaje. Un monstruo es "grandioso" en el mal. Eichman aparecía mediocre, escrupuloso funcionario, mero cumplidor de órdenes que ejecutaba: "la banalidad del mal"
    La comunidad judía reaccionó con extrema dureza frente a los artículos de Hannah Arent. Su pensamiento no encajaba en el discurso judío donde "el bien" y "el mal" se separaban radicalmente.
    En fin, espero con impaciencia la intervención de Don Mariano que seguro nos ayudará a ver más claro...

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