lunes, 30 de septiembre de 2013

MINKANDÁ, Cap. XII (clip de vídeo, 1:20,95)


Tengo para mí que la dieta africana es por lo menos tan buena como la mediterránea: comen de todo.
 
Bobaditas, las mínimas.

Hablan por los codos. Tienen su alcalde o mokonzi y la ndako na binso (casa de todos) o ayuntamiento, con pensión gratuita para caminantes. Además en ciertas regiones se dispone -pero no solo los viajeros, claro, por supuesto, sino el clan entero- de ciertas adolescentes con las que relajarse y divertirse por la noche, que para eso tienen muchas. Ya bastante dura es la vida. Mire usted. Muchachas bien consideradas -oye- y respetadas, oh, sí: envidiadas por sus primas y amigas! Cuando ya tienen 15, 16 años, pues se casan, tienen niños, etc. Como las demás.

- Y las mujeres, ¿ellas no tienen una contrapartida contable, unos chicos para cuando ellas ...?, pregunto yo a José -mi carmelita ya amigo- desde mi ingenuidad tan desinformada.
- Ja, ja, ... No, ellas tienen siempre disponible a cualquier hombre que quieran, cuando quieran y como quieran, ja, ja ... No necesitan instituciones ancestrales, ja, ja ... Cuánto puedes aprender tú por estas latitudes.

O sea, todo francamente muy natural y saneado. Bobaditas, las mínimas.



Y si no disparan de noche contra todo lo que se mueve ¿de qué comen? Y si no desforestan la selva ¿con qué madera hacen la casa, se calientan ellos o la carne y el pescado, o la mandioca, eh? Bobaditas, las mínimas.

El 20 % de ellos -que no emigraría a Europa ni atado- lo tiene muy claro: para vivir, lo que se dice vivir, como su tierra ninguna.

Que los mindele (blancos) viven de otra forma -ellos la conocen bastante bien-, pues allá películas.

Ellos, bobaditas, las mínimas, eh!


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