Conversation avec Paco, Bruxelles (muy cerquita de la misma Antwerpen)

Querer y manifestarse son condiciones necesarias pero no suficientes. Coincido contigo, Paco: lo comentamos tiempo atrás en un conato de respuesta a la pregunta de qué hacer para corregir de forma radical el rumbo de nuestra democracia y la situación económica lamentable. Añades “si nos quedamos ahí, llevamos todas las papeletas para ser vencidos, una vez más”.

Se ha avanzado bastante:

1.- Parece superada la etapa de informar(se), reflexionar, debatir y convencer. La ciudadanía ha pasado ya por encima de esas fronteras iniciáticas, al menos en el nivel básico, que tanto esfuerzo y tiempo requieren. Pienso en un antes y un después del M15M.

2.- Las encuestas periódicas más serias arrojan una notable y creciente unanimidad –que no ‘unanimismo’– en las respuestas a los reiterados postulados de sus preguntas. Sus porcentajes de acuerdo/desacuerdo se disparan hacia los rangos límite del 70, 80 y hasta 90 %. El cuerpo social se aleja estadísticamente a pasos agigantados de la arritmia, lo que supone un latido social claro y nítido. Ello facilita un diagnóstico concluyente, si bien el trazado de los protocolos de tratamiento sean solo incipientes por todavía inmaduros.

3.- Saber lo que se quiere no siempre es fácil ni obvio. También yo hablo por experiencia individual que considero extrapolable a mis entornos y a la sociedad en que vivo. Lo cual es un dato de altísimo valor práctico para la consecución de cualquier objetivo o meta (como mi hija quiera de verdad algo, quítate de en medio, amigo mío –y perdón por esta alusión íntima–, podrías resultar laminado).

4.- Aquellas ignacianas Dos Banderas –bien versus mal, en la mitología propia de los ejercicios espirituales– no son de aplicación al caso. Por segunda vez (la primera en torno al deseo de democracia en 1975) en la historia de nuestro país hay una sola: la bandera del ASÍ NO. Y a lo sumo, un banderín de enganche en torno a privilegios de casta, económicos y políticos. No dos banderas enfrentadas aunque quizá sí dos clases sociales, la de quienes respiran muy sobrados –los menos– y la de aquellos a los que el agua les llega por la barbilla, si no por el bigote ya –una abrumadora mayoría-. Y es probable que ni siquiera se miren como auténticos enemigos antagónicos e irreconciliables, creo, pues ambos estratos de población suscribirían de forma indistinta ciertos postulados comunes de convivencia democrática y social, así como de política transparente y economía saneada.

5.- La evolución de los movimientos sociales parecen impredecibles, y a la caída del Muro de Berlín o a las llamadas que-ya-veremos-primaveras árabes me remito.

6.- Dentro de la ineptitud miópica radical y la carencia de la más mínima mota de grandeza de espíritu que ostenta, caracteriza y hace gala nuestra clase –así llamada por entendernos– política, a ninguno de ellos le “endulza un amargo”, en transposición perversa del dicho ‘a nadie le amarga un dulce’: ese marrón, ese amargor de una buena, una jodida manifestación. Permitidme este descalabro. Si no lo escribo, reviento: anda y que les den!

7.- Pero para ‘dar a alguien' hay que ir y ponerse detrás de él, lo que es fácil de imaginar. Hacerlo, un poco menos. Quiero decir, hablar, escribir, criticar, ironizar, asistir como borrego en medio de rebaño bendito a esas y otras ‘manifas’. Todo menos quedarse sentado a verlas venir, pues como bien decías, Paco amigo, hay que romper algunas papeletas para achicar las infinitas posibilidades que tenemos de que nos lluevan encima de todos los colores. Las hostias –digo–, sin ánimo de ofender a nadie. Que Dios me libre!